Por cada película que se esconde detrás del minimalismo —estrategia del cineasta flojo para evitar enfrentarse a una buena historia— debería haber varias como La 4 Compañía (Arreola/Galván, 2016): inteligente, ambiciosa como pocas, producida con sagacidad, escrita y dirigida como si no hubiera mañana. Se trata de una historia de corrupción policiaca a finales de los años 70 que incluye el mero penal de Santa Martha Acatitla (las locaciones y algunos internos son reales), muchos autos de lujo cuadrados modelo Grand Marquis y un equipo de futbol americano compuesto por reos (Los Perros) que se usó como escuadrón interno para matar a los que no seguían las reglas, asaltabancos y traficantes de casi todo, en favor, desde luego, de las autoridades del penal.
Basada en una historia real, lo primero que viene a la mente es la vergüenza de qué tan poco haya cambiado, excepto quizás la ingenuidad de los priistas al tratar de “cacarear el huevo” por medio del deporte (del que ya ni como pantalla se acuerdan, vamos). El esfuerzo colectivo que compone esta cinta es ya un logro, pues tuvo tantos problemas durante su producción (que duró casi diez años) que ya se le llama la “Apocalypse Now del cine mexicano”.
Los directores Mitzi Vanessa Arreola y Amir Galván invirtieron varios años en una investigación profunda, hicieron talleres de actuación con los reos verdaderos y pararon el rodaje en el penal porque uno de los actores principales pescó una pulmonía de la que casi se muere y que lo tuvo en coma varias semanas. La 4a Compañía no es una cinta perfecta, pero está llena de joyitas visuales que enmarcan un tema más que pertinente y buenas actuaciones (como la de Adrián Ladrón, quien interpreta al protagonista, Zambrano). Es, sin duda, una de las propuestas más estimulantes del cine nacional para este año. La 4a Compañía se estrena este viernes.