En lo personal, me gusta el trabajo del cineasta Sam Mendes. La parte de Revolutionary Road en la que DiCaprio le explica a su esposa cómo funciona una computadora dibujándola en una servilleta me pareció fascinante. Disfruté mucho la lluvia de petróleo en Jarhead, y que en la primera escena de la desesperanzadora Away we go descubriéramos el embarazo de la protagonista porque sus líquidos vaginales saben raro es brillante. Hice corajes cuando me enteré que Mendes filmaría varias 007.
Skyfall le quedó bastante buena, no ya Spectre que, fiel a las películas viejitas de Bond, es incongruente, mal actuada, boba y aburridísima. Material del canal 5 en los años 90.
Noté que los mexicanos sentimos que esta nueva entrega de Bond nos atañe particularmente porque tiene escenas filmadas en el Centro Histórico. Lo curioso es que se mira, en cambio, poco cine mexicano. Como sabemos, una de las características del cine hecho acá es que está filmado en las calles que nos llevan a nuestras oficinas, a la casa de nuestras novias o al OXXO donde nos surtimos de condones. Pero bueno…
Me fue muy incómodo ver las escenas de Spectre filmadas en D.F., básicamente porque no parece el D.F., ya no digamos la celebración capitalina del Día de Muertos. Hollywood, Rey Midas de la Caca, transformó en una pachanga con capoeira, calacos de bombín y catrinas sensuales las calles que tanto amaba mi Artemio de Valle Arizpe. El México en esa película me recuerda a los comerciales de la Secretaría de Turismo en los que la nación parece más bien la Tierra Media. Puro país enchulado. Cuando Bond está en Tánger es imposible no pensar que también nos están tomando el pelo. Las escenas filmadas en Suecia podrían, por consecuencia, también desarrollarse en ese México de superchería. No olvidemos que una de las chambas del cine es documentar, acaso involuntariamente, el honesto paso del tiempo. Al menos el cielo del D.F. sí les quedó pálido y pinche.