Hamlet participa en Más pequeños que el Guggenheim, una obra que reestrena temporada el 21 de enero y que estará hasta el 26 de febrero en el Foro Shakespeare
“Es una muletilla”, comenta Hamlet Ramírez acerca de su nombre. Este multifacético actor ha participado en obras como La Hora Radio Roma y Enamorarse de un incendio. Una pregunta recurrente en su vida es si se dedica al teatro por su nombre.
¿Cómo decidiste ser actor?
Pues me llamo Hamlet. El nombre de la penitencia. Creo que, inevitablemente, de las primeras cosas que empecé a leer fue teatro. No hay mejor publicidad que un libro que tuviera mi nombre. Quise estudiar Literatura Dramática y Teatro en la UNAM, pero no quedé. Entonces decidí experimentar un año a ver qué pasaba y me fui a la Universidad Veracruzana. En ese tiempo terminé enamorándome del escenario, encontré algo que en realidad me hacía muchas cosquillitas y que me hacía sentir muy bien. Desde entonces (en 1995) no he quitado el dedo del renglón. Con altibajos, pero aquí estamos haciendo teatro.
¿Cómo es hacer teatro en la CDMX?
Soy un actor formado en esta ciudad. Me fui a Xalapa durante muchos años y allá estuve haciendo teatro. Tuve la fortuna de toparme con un equipo y montamos Más pequeños que el Guggenheim. Creo que esa obra es la que nos colocó un poquito en la vista de los hacedores de teatro en la Ciudad de México y un poquito a nivel nacional también, pues estuvo en distintos festivales. Es una obra que abrió muchísimo camino: después de haberla estrenado vino la posibilidad de montar en la CDMX El amor de las luciérnagas. Estas dos obras nos pusieron un poquito en el mapa.
Regresé a la ciudad hace unos cinco años (porque soy de acá) y afortunadamente he podido crecer profesionalmente. Pero no nada más me quedo en lo que me ofrecen, sino también hay que generar cosas. Junto con Sara Pinet, Miguel Romero y Álvaro Zúñiga, por ejemplo, formamos la compañía de Los Guggenheim, con la que hemos hecho dos montajes sin ningún apoyo más que el corazón y las ganas de hacerlo. Otra compañía en la que participo es Gorditos Inc. Cuando no cuentas con los apoyos ya sea de FITeatro o de una gran productora detrás, hay que redoblar esfuerzos, meterle muchísimo a la difusión y sobre todo entregarle a la gente un producto que, aunque esté fuera de tus posibilidades económicas, sea bueno. Hacer y vivir del teatro es algo complicado, pero no es imposible y yo aquí sigo.
¿Dirías que conseguir los apoyos para realizar montajes es difícil?
Con la situación que está viviendo el país, los recortes sistemáticos que está viviendo la cultura, por supuesto que es complicado tener acceso a los apoyos que ofrece gobierno. Siempre está ahí la iniciativa privada y hay que perseguirla. Yo soy un poco de la creencia de que sí, el gobierno debe de fomentar la cultura, pero también no debemos esperar a que el gobierno nos aviente el dinero y nosotros contentos hagamos nuestros proyectos.
Si de repente tus recursos no son tan grandes, pues recurre al elemento básico: la creatividad. Con eso puedes contar una historia de una manera bastante atractiva para el espectador. Yo he tratado de mezclar un poco, trabajando con productores que son profesionales. Pero por otro lado, también cuáles son tus sueños, cuáles son las historias que tú quieres contar. El asunto es no claudicar.
¿Hay alguna diferencia en hacer teatro en Xalapa y hacerlo aquí?
La batalla de llevar al público a las salas es algo que no sólo está presente en la Ciudad de México. De repente creemos que en México estamos completamente en el hoyo, pero los problemas de llevar gente a las butacas se da en todos lados. Las diferencias son económicas y los gastos son proporcionales a las economías: los boletos en Xalapa se venden en $60.
¿Para ti qué es el teatro?
Independientemente del placer que me da hacer lo que mejor sé hacer en la vida (creo), el teatro es un espacio de comunicación sensible, un lugar en el que existe una complicidad entre los contadores de historias (todos los que intervenimos en la realización de cualquier proyecto de teatro) y el espectador, que puede llevarnos desde a hacer un teatro de denuncia, exponer las situaciones que nos duelen o que nos interesa difundir, o hasta el mero entretenimiento, pero siempre desde la sensibilidad que se da en la muy necesaria relación entre una historia bien contada y un espectador dispuesto a participar de ella. Para mí se trata de un motor necesario para vivir. Y para la sociedad, el teatro —y todas las artes— es una herramienta para hacernos más sensibles y más receptivos a lo que la vida nos ofrece en este momento.