La directora/inventora del proyecto es Laura Reséndiz, una curiosa investigadora y trabajadora del ámbito cultural, pero también una gran observadora. “Cuando inventé CICLO, yo estaba viviendo en Guanajuato. Y un día estaba parada en una esquina esperando a alguien, y en lo que esperaba me puse a observar alrededor y me di cuenta de que no me gustó lo que vi: tenía paredes de concreto, el jardín era más bien una maleza, era como un espacio casi de residuos que estaba afuera de un estacionamiento. Entonces me llegó la primera idea, ¿por qué si es un sitio de tanta concurrencia, en el que mucha gente se para a esperar, no lo mejoramos? Y pensé en poner un muralito pintado y hacer un jardincito. Pero… después el muralito se convirtió en la idea de montar una exposición de arte y el jardincito en toda una idea para mejorar el entorno”.
La idea personal de Reséndiz nació hace cinco años, y no se tardó nada en echarla a volar. Se vino a vivir a la Ciudad de México y lo convirtió en un trabajo colectivo. “Ya con el equipo descubrimos que existen los Estudios del Uso del Espacio. Entendí que para crear un espacio público habitable necesitaba apoyarme de un área que es justamente Vinculación Comunitaria, que se trata del trabajo con los vecinos. Entonces ellos son los que dicen: sí, tu arbolito está padre pero no puede ir ahí porque ahí es donde se reúnen a jugar futbol los niños en las tardes, y así es como encontrando a mi equipo arrancamos el proyecto, aplicamos a convocatorias para becas, CONACULTA nos apoyó y empezamos el proyecto”.
Para iniciar eligieron la delegación Magdalena Contreras. “Era justo la delegación que tenía las tres áreas que queríamos abordar: la social, la ecológica y la de arte e historia”, dice Laura. Y es que la Magdalena Contreras tiene una historia muy rica que data desde la época precolombina, ha tenido muchos asentamientos de manera irregular porque ha crecido muy rápido, y es un sitio que todavía guarda grandes espacios de reserva verdes, y cuenta con el único río vivo dentro de la ciudad.
Para trabajar en toda la delegación lo dividen por sedes, en este caso el Paque del caracol y el Tanque, el Parque Estación, la Plaza Benito Juárez y El Reloj, entre otras. La idea es que en cada sitio se lleven a cabo los tres ejes de trabajo: los talleres de microhistorias en las que platican con los vecinos para recuperar la memoria histórica del lugar y a partir de ello trabajar con las necesidades del espacio y la comunidad, se lleven a cabo los talleres de permacultura, huertos urbanos, de composta y el ciclo del agua, y finalmente los de Técnicas artísticas y Pintura Urbana Contemporánea en el que a través de la información del barrio, los interesados pintan un mural que hable y de la comunidad en la que viven.
“Han sucedido tantas experiencias en lo que llevamos de trabajo que queremos definitivamente seguirlo activando: cuando estuvimos trabajando en el parque del Mirador, el vecino Gonzalo decidió que quería hacer una pared por él mismo y ahora ya la delegación lo invitó para ser uno de los talleristas dentro del foro cultural que se lleva a cabo ahí dentro. O cuando estuvimos en el Parque del Tanque, uno de los talleres era hacer masetas con llantas recicladas y con asientos de autos, y se nos acabó el material y de pronto un vecino se llevó el coche y regresó dos horas después con ¡cuarenta llantas!” cuenta Reséndiz.
Para ella y todo el equipo, CICLO se ha convertido en agente facilitador para que la sociedad se active con acciones positivas. El trabajo en la Magdalena Contreras inició en Enero y termina en Agosto, si quieres asomarte al trabajo de este equipo de recuperadores urbanos asiste a su siguiente cierre de sitio, en el que organizan el Domingo Bailador “Una celebración del trabajo en conjunto del equipo de CICLO y de la comunidad. Ponemos una exposición temporal con un registro fotográfico y de video del antes y el después”, cierra Laura.
(Aretha Romero)