Mientras el chileno Alex Anwandter (Santiago, 1983) formaba parte de la banda de rock Teleradio Donoso, cultivaba en la intimidad de su estudio otras inclinaciones musicales, unas que tenían que ver más con software y sintetizadores y con estructuras más cercanas al pop.
En una carpeta de su computadora fueron acumulándose canciones que no solo se alejaban del formato tradicional de guitarra, bajo y batería, sino que iban de jugueteos con máquinas a auténticas locuras, como algunos tracks que rondaban los ocho o nueve minutos. Esas experimentaciones se transformaron luego en Odiseo (2010), un primer disco solista que de inmediato llamó la atención por combinar letras honestas e intimistas con electropop de magnífica manufactura.
Ocho años después de aquel disco, Anwandter ha acumulado tres materiales más, Rebeldes (2011), Amiga (2016) y, de recientísima publicación, Latinoamericana (Nacional Records, 2018). En ellos le hemos visto transitar de los ejercicios experimentales y libérrimos a la canción tradicional —de tres minutos y medio, centrándose en las letras y depurando elementos—, y para el nuevo material, con el que llega este jueves 1 a Sala Puebla (Puebla 186, Roma Norte), se interna en terrenos que él llama más abstractos, más poéticos, menos confrontacionales.
“Antes me interesaba que la gente supiera exactamente de qué estaba hablando en cada canción”, explica. “El enfoque de este disco, que lo hace distinto, es que tiene una visión más histórica de los temas que en otro momento eran personales. Se llama Latinoamericana justamente como una manera de explorar esa identidad, que se entrecruza con otros temas de hoy y de antes”.
En lo musical, ¿qué te planteabas explorar?
Fue cómo hacer que el disco fuera una cosa solo mía, que yo sintiera que nadie más estaría haciendo algo así. Dejé que confluyeran influencias, que ya exploraba en otros discos, pero en una versión bastante más depurada, más de una sola línea. No tiene un espectro estilístico tan amplio como el Amiga, por ejemplo, pero incorpora naturalmente cosas que crecí estudiando. Lo más nuevo es que incorpora muchos elementos de música brasileira. Mi papá es brasileño, y es la música que crecí escuchando, y por alguna razón no me había permitido a mí mismo encauzar eso en mi trabajo.
¿Qué parte de lo brasileño decidiste incorporar?
Creo que es una mezcla entre lo tímbrico, sobre todo una influencia percusiva, y lo armónico. Y hay dos canciones en portugués, que son cóvers y cumplen la función de anclar esa identidad mía, brasileña también, que viene a través de mi papá, con música y artistas que admiré mucho, y al mismo tiempo conectar esos hilos de manera superconcreta e identidades artísticas latinoamericanas que se han ido perdiendo. Son como dos territorios que no se comunican entre sí, pero antes sí lo hacían. En Brasil había músicos que hacían cóvers de Violeta Parra o Pablo Milanés; exploraban el folclor latinoamericano.
Hay una frase en el tema “Locura” que me llamó particularmente la atención: “Tienes ritmo en el corazón pero te falta lo demás”. ¿En qué estabas pensando cuando la escribiste?
Esa imagen en particular es una metáfora histórica de nosotros como Latinoamérica, como continente, de estar perpetuamente en búsqueda de un desarrollo que se nos impuso, en términos de comparación. Tuvimos que alcanzar en 500 años un desarrollo que no venía de nosotros. Además, estamos compitiendo en condiciones extremadamente injustas con el primer mundo, que nos colonizó, y nosotros tenemos una identidad muy especial, pero sentimos que nos hemos transformado en una ausencia de eso otro que necesitamos. Dinero, básicamente.
¿Por qué escogiste “Locura” para que fuera el primer sencillo de este nuevo material?
Porque mi lenguaje musical es, ante todo, música pop. Y uno de los ingredientes clave de la música que yo hago es que sea entretenido, y sea cual sea el mensaje, darlo en un empaque accesible. No me interesa hacer música elitista o difícil a pesar de que sí tenga ciertos elementos musicales un poquito más elaborados. Es la canción que me pareció más entretenida, y al mismo tiempo, presenta los temas del disco de la manera en que el disco los explora, un poco más poéticamente y un poco más performáticamente. El coro de la canción dice “me siento tan loca”, que para mí es una manera de seguir empujando el tema del género, pero sin transformarlo en el tema de la canción. Simplemente lo actúo.
¿Cómo dirías que ha cambiado tu visión de la música en estos casi 10 años?
Si pudiera definir el proceso, usaría la palabra “conexión”. Fue un movimiento en dos sentidos. Por un lado, una conexión profunda conmigo mismo, algo que aprendí en un disco. En Rebeldes descubrí una cosa que hacía clic y antes no me había pasado. Fue el primero donde pude hacer esa conexión a un lugar de mí mismo que me da más miedo, donde ese riesgo o esa vulnerabilidad se transformaba en un gesto que yo transmitía. Y por otro lado, conexión con mi entorno, con mi contexto social. Intenté unir esas cosas, y ese ha sido el ejercicio con el que he ido profundizando. Es un movimiento hacia los dos lados, al mismo tiempo. Pero como ha sido natural, es un eslabón sólido. Por eso aunque hable de cosas más triviales o superficiales, como el desamor o bailar o lo que sea, ese eslabón está ahí y la gente puede percibirlo. Es la base sobre la cual está construido mi trabajo.