Por años, We Love Burgers ha estado en mi top 5 de hamburguesas en el D. F. Pedí la que recordaba como “la buena”, la Hola Ronald —carne, queso americano, salsa tártara con jalapeño, pepinillos crujientes y tocino frito—. Una especie de homenaje a la Big Mac: como si Ronald hiciera una burger más artesanal y gourmet con ingredientes frescos. Mi escudera pidió, como era su primera vez en el lugar y no le quería errar, la Cheeseburger.
Esperamos un buen rato. La verdad, aunque estaba llenón, la espera fue inusualmente larga. Llegó finalmente y, como se puede ver en el Instagram burgermanmex, lucía espectacular: generosa porción de tártara, lajas gordas de tocino hermoso. La carne, aunque un poco escondida, con gran pinta. Recordé de inmediato por qué me gustaban, así que ataqué. ¿Qué tal estaba? La carne se empezó a deshacer a la primera mordida: muy poca consistencia y amalgamiento, además de que estaba muy grasosa y con poco sabor. La tártara y los pepinillos bien, por lo que acaparaban todo el sabor. El pan, que según yo era bueno, correoso y como de varios días. Tocino bien, pero sumando a la cuenta varias gotas de grasa, lo que no sé si añadía o restaba al sabor. ¿La de mi escudera? Mal, también hasta en el término. En la suya, la tártara parecía la carne. Totalmente cruda. Quiero pensar que fue un mal día. Soy, o era, muy fan del lugar, pero a las burgers les falta mucho amor. Aún así, me quedé con ganas de volver a comer la Gorgory: esa es con dona glaseada y así no tendría que sufrir el pan.
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