Estás enamorado. Perdidamente. Se llama Miranda y cada que tienes oportunidad, aprovechas para observarla (eso sí, siempre desde lejos). Llevas un diario y recuerdas exactamente cada una de las veces que has estado cerca de ella. Pero tú tienes muy claro que no eres como el resto de la gente y que ella nunca te hará caso.
La muerte te ha rodeado desde pequeño. Tu padre murió cuando tenías dos años en un accidente automovilístico. Tu madre te abandonó justo después de eso. Y Dick, tu tío, el único que te apoyaba y junto a quien pasaste los mejores días de tu vida, sufrió un ataque mientras pescaban.
Vives con tu tía y tu prima, dos mujeres que no te comprenden y juzgan todas tus decisiones. Te desprecian y lo sabes. Trabajas en una oficina del ayuntamiento, un empleo gris donde tus compañeros se burlan de ti todo el tiempo. Ante los ojos del mundo eres el “raro”.
Pero la vida te sonríe un día y te ganas un premio: poco más de 73 mil libras. Con la cartera llena, consigues enviar muy lejos (hasta Australia) a tu tía y a tu prima. Ya sin ellas vigilándote y criticándote, decides ir tras Miranda, quien ya no vive en la misma ciudad que tú. Viajas a Londres y armas todo un plan para estar con ella.
Compras una casa aislada del mundo. Incluso tienes suerte en ello: es un inmueble grande con una bodega subterránea amplia que parece ideal para cumplir con tus sueños de pareja. Quieres que ella sea muy feliz, así que le compras ropa nueva. Compras también toda clase de comida e instalas una cocina en la habitación.
Y luego esperas el momento ideal. La sigues por toda la ciudad. Te enteras de su rutina. Al fin y al cabo, no podía ser de otra forma: eres un coleccionista y comparas el amor con la captura de mariposas.
(El coleccionista, John Fowles, Sexto Piso, México, 2018, 436 páginas, $300)