El más necio de los historietistas de su generación cumple 25 años de publicar su trabajo. Se trata de Bernardo Fernández, mejor conocido como Bef.
“Con muchos altibajos, pero nunca lo he dejado de hacer. Yo tengo muy claro que, de mi generación de moneros e historietistas, yo no era el mejor dibujante, pero sí el más necio. Muchos muy buenos se quedaron en el camino”.
¿Cómo lo ha logrado? “Picando piedra y abriendo brecha”. El ilustrador y novelista gráfico reconoce que su generación fue la que cambió el rumbo de la historieta mexicana.
“La historieta en México era considerada basura, había casos aislados, la historieta mexicana popular apostó durante muchos años al mínimo común denominador intelectual de sus lectores, era populachera, yo no tengo ningún vínculo ni como lector o autor”, y aunque afirma que personajes como Sixto Valencia (Memín Pinguín) y Antonio Gutiérrez (Rarotonga) eran gente “muy linda”, su error histórico fue no haberse considerado a sí mismo como autores.
“Junto con Édgar Clement, hemos ido abriendo brecha, donde era un páramo, ahora hay muchos editores interesados en ese formato”.
Bef ha publicado diversas obras, una de ellas basada en la vida del escritor estadounidense William Burroughs, sin embargo, uno de los proyectos que más le enorgullecen es: Sensus, la primera novela gráfica en braille, que hizo en colaboración con Jorge Grajales.
“Ha sido uno de los proyectos más exitosos en mi carrera pero, sobre todo, el hecho de cada uno de los cómics vendidos se convirtieron en lentes para niños con debilidad visual, ¡es un orgullo para mí!
Nacido en la Ciudad de México en 1972, Bernardo es hijo de una educadora y un ingeniero, con la peculiaridad de que son una familia lectora. Recuerda que su mamá le compró un cuaderno de dibujo cuando tenía cinco años y lo convirtió en una historieta. “Lo dividió en cuatro, mi cuaderno fue una historieta, fue una revelación para mí, desde ese momento me enamoré de la posibilidad narrativa y expresiva de los cómics”.
En su casa se leía novela norteamericana, cómics, y obras taurinas, pues su abuelo fue cronista de toros. Los cómics eran para los menores y cuando se “graduaban” podían pasar a la literatura.
“Empecé con Ray Bradbury y Roger Zelazny”.
Japón y Estados Unidos eran los únicos países en los que se podía estudiar Ilustración, por lo que ingresó a la Ibero a la facultad de Diseño Gráfico, y al egresar puso su propio despacho.
“Hacíamos imagen corporativa, el logo de Taco Inn, por ejemplo, es mío, pero no me llenaba”, entonces renunció y comenzó a realizar guiones para otros dibujantes, hasta que se desesperó de la lentitud y comenzó a hacer los propios.
Ahora todo el mundo es ilustrador y Bef lo aplaude, cree que pudo deberse a la película Persépolis “hablaba sobre otro tipo de cómics que no eran los superhéroes”.
Sin embargo, insta a las editoriales grandes de México a publicar al talento emergente “que se distribuya más allá de la autopublicación digital”.