Platicamos con Bibiana Camacho a propósito de la publicación de su novela más reciente, Lobo (Almadía), una crónica sobre el miedo y la soledad
Jenni Jiménez era una bailarina de danza contemporánea que un día desapareció de los escenarios. Ahora es una escritora que se hace llamar Bibiana Camacho. “Siempre fui muy intermitente, quería hacer todo. Como decía mi mamá, quería comerme al mundo de una mordida”, cuenta Bibiana, quien acaba de publicar la novela Lobo.
Berenice, la protagonista de la historia, es una chica desconfiada en espera de que algo malo suceda. Y es que ese es uno de los temas que más le interesan a Bibiana: el olvido y la desaparición: “En esta gran ciudad, donde somos muchos y estás rodeando de gente todo el tiempo, en realidad estás solo. Si traes una bronca, si bien te va, vas a tener a algún amigo o familiar que te eche la mano. Muchos tienen miedo de esto. Creo que el miedo más fuerte e intenso es el que solo experimentas, justo por eso no puedes compartirlo y eso es una gran soledad”.
¿Cómo surgió Lobo y por qué se llama así?
Surgió con la idea de poner a dos mujeres en conflicto, que son Berenice y Felicia. Todo empezó en la CDMX, pero luego pensé que no era buena idea dejarlas aquí para que explotaran todo su potencial y entonces se me ocurrió meterlas a El Lobo. Este lugar sí existe, es el pueblo de mis abuelos maternos y ahí íbamos cada año a la fiesta patronal. Era así como en el libro: no hay nada, ni médico ni policía. Es un pueblo muy pequeño del que mucha gente emigró. Es mi lugar de infancia.
¿Cómo surgió la idea de esta historia, que es un poco desesperanzadora?
Con ver las noticias es suficiente. Mi idea inicial no era que fuera así, de que todo se fuera al carajo, porque llega un momento en el que todo empieza a desmoronarse. La historia original era de estas dos mujeres que iban a estar en conflicto y una de ellas tenía que ganar, entonces a una le iba a ir bien. Pero en el camino y después de tantas cosas que veo —no podría escribir de asesinatos, no es lo mío—, creo que estamos todos en una amenaza constante. Al menos a mí me ocurre que veo las noticias y me empieza a entrar miedo porque puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Aunque vivas en la ciudad y creas que estás muy alejado de toda esa violencia, no es cierto porque últimamente las cosas que solamente pasaban en Tamaulipas, en Veracruz, poco a poco se han ido acercando y ya las tienes en la Condesa, en el Centro.
En todo el libro tienes la sensación de que algo muy trágico va a pasar.
Todo ocurre a través de Berenice. Ella es la que siempre está así, la que tiene un mal presentimiento todo el tiempo. Y fue como juntar los elementos que te pueden causar miedo. Creo que el miedo más grande que hay es justo no saber qué va a pasar, pero puedes saber que todo apunta a que las cosas van de mal en peor. Y es lo que está pasando a lo largo de todo el país: la violencia, el desempleo, la indiferencia de la gente… todo eso que veo todos los días se me hace muy desesperanzador, y siempre pienso que va a pasar algo peor. Traté de retratar eso.
¿Cómo defines el miedo?
Tengo que confesar que soy bien miedosa. El miedo es un sentimiento que abarca todo. Lo siento en todo el cuerpo. No es como cuando te enamoras que sientes mariposas en la panza; el miedo está en todas las partes de tu cuerpo. Y una de dos: te paraliza o te mueve a la acción por temor. Es una manifestación del cuerpo que te dice que algo puede salir muy mal. A mí el miedo que más me interesa es el que vive de ti, el que viene de la cabeza. A lo mejor alrededor no pasa nada, pero tú traes algo adentro. Eso me interesa porque tiene mucho que ver con la psicología de la gente y de los personajes.
¿Se puede vivir con miedo?
Creo que 80% de la población en todo el mundo vive así. Aquí las cosas están horribles, pero ves en otros países y es igual. Aunque son miedos distintos; por ejemplo, en Venezuela tienen miedo de morirse de hambre. Aquí hay miedos que no puedes tocar, como perder tu chamba y quedarte sin algo de qué subsistir. Vivir con miedo sí te motiva a moverte, pero creo que llega un momento en el que es tanto que te puede paralizar y ya no sabes como para dónde ir, porque no hay muchas opciones.
¿Es lo mismo bailar y escribir?
Sí. Obviamente cuando bailas es tu cuerpo el que tiene que decir las cosas, pero cuando escribes son las palabras. Lo que me ha dejado la danza —te digo que soy remetiche— es observar a la gente caminando, moviéndose. Eso te dice mucho de ella para la construcción de personajes. Hay gente que tiene mucho ritmo y hay gente que no.
Aunque dejó de ser una bailarina profesional, Bibiana continúa bailando: va a clases o baila salsa, música clásica o electrónica. Jenni no desapareció del todo.
Los Cinco favoritos de Bibiana
- Cuentos escogidos, de Horacio Quiroga
- Cuentos reunidos, de Amparo Dávila
- Manual para mujeres de limpieza, de Lucía Berlin
- El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers
- Nosotros, los Caserta, de Aurora Venturini
(Foto: Lulú Urdapilleta)