Conoce a estos Chilangos del año: Brigada Callejera
A Elisa Martínez nadie quiso meterla al ataúd. Hace 28 años, los prejuicios de médicos y enfermeros eran tantos que no gozó de tratamientos médicos para el VIH, en el hospital nadie quería revisarla y un día cualquiera murió sin que se atrevieran a tocarla. Brigada Callejera quiere detener esto.
Elisa fue la inspiración. Al enterarse de su caso, cuatro estudiantes de Sociología decidieron pasar de la teoría a la práctica. Ella era una trabajadora sexual, portadora del sida, que no tuvo acceso siquiera a una muerte digna.
“Por ella tomamos el nombre. Vivimos muchas cosas con este caso y nos dimos cuenta de que esto tenía que cambiar. Éramos 25 estudiantes que hicimos una investigación sobre el trabajo sexual. Solo cuatro llevamos esto a la práctica y retomamos el nombre de Elisa para que esto nunca volviera a pasar”, cuenta Elvira Madrid, presidenta y fundadora de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer.
Además de formar una agrupación, los cuatro estudiantes idearon mecanismos para dar atención a las trabajadoras sexuales y denunciar a policías, personal delegacional, madrotas y padrotes que las extorsionaban.
Muchos terminaron en prisión. Gracias a eso, la brigada se ganó la confianza de mujeres que no conocían más que la persecución. “Nos han desaparecido dos veces, pero hemos crecido como la espuma”, afirma Elvira mientras observa a sus compañeras que se capacitan como promotoras de la salud, en La Merced. Esta es la tercera vez que cambian de ubicación: denunciar la corrupción en el trabajo sexual las ha convertido en una organización indeseable a ojos de muchos.
Consulta médica, pruebas de VIH, sífilis y hepatitis, colposcopias, Papanicolaou, ultrasonidos, cirugía dental, acupuntura, alfabetización, tiras cómicas informativas, talleres sobre sexualidad, tratamiento a enfermos terminales, son, entre otras, sus actividades. Además, la Brigada ha creado su propia marca de condones —Encanto—, los cuales se venden a bajo costo.
El sueño de Elvira, Jaime, Alberto y Rosa Isela —fundadores de la brigada—, así como de los 50 miembros, brigadistas y voluntarios, era contar con un inmueble seguro, “queríamos un espacio más grande, pero ya nos quitaron ese sueño, hoy la meta es seguir trabajando, dignificar el trabajo sexual y, sobre todo, seguir vivos”, dice.
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