En el noreste del Centro Histórico, ahí donde la gentrificación no ha llegado ni tantito, hay un pasaje repleto de colores chillantes y personajes fantásticos. En el callejón Girón, la estadística de juguetes por metro cuadrado se dispara hasta el techo… literalmente.
Entre los atiborrados puestos del callejón Girón encuentras puro producto legítimo, tanto de marcas gringas y europeas como de series japonesas. Sale más económico que en jugueterías. Hay locales especializados en piezas de culto que no son aptas para quien busca un regalito “bara bara”; estos lugares, más bien, son visitados por kidults clavados que vienen a dejar sus quincenas (y quizá, sin saberlo, invertir en una colección que será su ahorro para el retiro).
En este lugar también abundan los clones. Con los grandes avances de la tecnología aplicada a la piratería, las copias cada vez son más parecidas al original. “¿Y cuál es el maldito problema?”, dirán los niños y niñas a quienes finalmente van dirigidos estos juguetes. “Pues, verás, como somos unos esnobs insoportables, nos fascina el humor involuntario de las reproducciones baratas, los errores inocentes y el resultado kitsch de las reinterpretaciones del pop”, diríamos nosotros los mamertos mientras nos acomodamos el monóculo.
Si uno le busca bien, aún es posible encontrar muñecos horrorosamente maravillosos, con defectos que parecen mutaciones, colores de piel que no existen en la naturaleza y severos conflictos de identidad. Muñecas con ropa mal cortada —como la que una utiliza en la vida real—, animales que la selección natural hubiera descartado hace milenios o un Superman que se parece sospechosamente a Juan Gabriel son algunos de los hallazgos entrañables que se ven por esos lares.
Otro hermoso espectáculo son los puestos de monos de peluche, que van desde el tamaño llavero hasta los varios metros de alto. Porque nada dice “te quiero” como un perrito que duplique tu estatura o una cubetada de Minions pachoncitos.
Al final, “bueno” o “chafa”, casi todo viene de China, pero todavía hay juguetes hechos en México: piezas de plástico chiquitas para rellenar piñatas, pelotas con impresiones fuera de registro o alcancías que habría que mutilar para recuperar su contenido. Los nacionalistas y nostálgicos sabrán apreciarlos.
En temporada alta, es como si le echaran agua al pasaje y se expandiera como esos animalitos de hule espuma encapsulado. En los días previos al 30 de abril y en la temporada decembrina con trabajos se puede caminar. Visítalo este mes bajo tu propio riesgo.
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