Si fuiste de los afortunados que vivió antes del cambio de horario, recordarás que antaño la vida era muy diferente: los relojes no eran alterados y nuestras vidas no se trastornaban dos veces por año.
Anochece más tarde
Sales del trabajo y aún puedes ver el sol. Sientes que por fin llegó el día en que acabaste tus pendientes a tiempo, pero ves el reloj y ya no tienes tiempo de hacer nada. ¡Avisen!
El típico pretexto
“Profe, no cambié la hora en mi despertador y cuando llegué a clase no había nadie”. Ay, por favor, en pleno 2018 todos usamos relojes digitales que cambian su horario en automático.
¿Qué día es?
Sales hacia tu paradisiaco destino a las seis de la mañana. Oscuridad y tráfico al tope. ¿Será una noche de quincena en el Periférico o te habrás teletransportado al after del viernes?
Un día en la Twilight Zone
Podrás engañar a tu celular, pero nunca a tu reloj biológico. Los primeros días te sentirás de mal humor y no entenderás cómo todos siguen con su vida como si nada.
Perder una hora de tu vida
Si eres uno de aquellos inconformes por la hora de sueño que se te robó, es tu oportunidad de planear una buena y perezosa venganza: declárate narcoléptico y contraataca al sistema.
Benjamin Button en el cambio de horario
Si tu reloj biológico se ajustó bien, debes saber que estás por convertirte en un bebé. Madrugas con facilidad y bostezas cuando todavía hay luz natural, ¿no es sospechoso?
El regreso del caos
Si ni adelantando los relojes sucede el milagro y tu sello es la impuntualidad, puedes aplicar el clásico chiste-excusa: “Llegué a tiempo en el otro horario”. Aunque solo lograrás caerle mal a todos.
Una prueba de paciencia
Antes del cambio, alguien te preguntará si el reloj se atrasa o se adelanta. Sé paciente, pequeño saltamontes, porque escucharás esta pregunta todo el día, todos los días, hasta que el cambio suceda.
Listas inútiles | Nuevos (y muy chilangos) días feriados
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