Bajo el sello editorial de Cal y Arena, Carlos Velázquez publicó su libro más reciente, El pericazo sarniento (selfie con cocaína), una crónica sobre su relación con la droga y por la cual obtuvo el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada 2018.
¿Cómo surgió el proyecto de hacer un libro de corte autobiográfico?
No lo tenía contemplado. Quería hacer crónicas urbanas o musicales, pero me invitaron a publicar un libro y yo no tenía material que ofrecer. No es algo que tenía en el horizonte, pero me propu- sieron contar mi historia con la cocaína. Si no hubiera sido por aquella propuesta, no hubiera escrito esta especie de confesión sobre mi paso por esa sustancia. Es un libro muy serio, aunque paralelamente decido no tomarme a mí mismo demasiado en serio.
Me llama mucho la atención el estilo. Creo que proviene de cierta literatura estadounidense que ya has mencionado: los Beat, John Fante…
No es lo mismo escribir crónica que ficción. A cada libro le corresponde una voz distinta, y encontrar el tono adecuado siempre es bastante difícil. A veces hay libros que uno abre, y ya en el tercer cuento o en el capítulo 10, se nota que no hay una voz propia. Es complicado encontrar el estilo de cada libro que se escribe. Para mí fue complicado porque sabía que no podía utilizar el tono de mis libros de ficción. Por fortuna, escribí una crónica larga que me permitió encontrar la redondez necesaria para el estilo. Entonces, ya no paré de escribir hasta que terminé cada capítulo.
¿Quién es tu modelo al escribir crónica?
Tengo muchos modelos. Yo empecé a leer crónica literaria después de los 30 años. Empecé con las revistas de rock y el dream team de la Rolling Stone de los 70: Ben Fong-Torres, Hunter S. Thompson y un par de nombres más. En esa redacción hubo un condensado de estrellas y excelentes cronistas que estaban enfocados en el mundo de la música. Ellos fueron mis primeros re- ferentes. Tengo muy claro que este libro se escribió a partir de muchos otros títulos relacionados con la no ficción y el nuevo boom de las biografías musicales. Es decir, las biografías orales, un tipo de biografía organizada a partir de entrevistas, que tienen mucho eco en mi mente. No podría quedarme con un solo nombre, pero quizá Chuck Klosterman es el referente más cercano que podría mencionar. He estado muy clavado en cómo escribe.
¿Compilarás tus crónicas en algún libro?
Es un proyecto que tenemos a mediano plazo. Quiero juntar la mayor cantidad de material para que quede un libro muy nutrido al hacer la selección.
La droga es un eje importante en tu obra, pero, ¿qué pasará cuando decidas que ya acabó el ciclo?
La verdad es que, si no hubiera sido tan adicto a la cocaína, no me habría perdido tanto. Cuando alguien me dice que nunca la ha probado, le respondo que tampoco le dejará mucho. Cuando sea el momento de soltar el tema, quedará mucho por escribir. Tengo cuatro crónicas largas que no tienen relación alguna y que sorprenderán a quienes no esperan ese tipo de temáticas de mi parte. Por ejemplo, la gente que leyó “El resucitador de caballos”, el último cuento de La efeba salvaje, nunca pensó que yo pudiera escribir de esa manera.
Es un relato que parece bastante cercano a Hemingway
“El resucitador de caballos” es un cuento muy gringo. Yo lo veo más cercano a otros escritores, pero la referencia que mencionas no es tan descabellada.
¿Qué especulas que podría pasar si se legaliza la marihuana?
No sé qué vaya a suceder con esta guerra, pero algo definitivo es que la violencia en México parece no tener fondo. No tiene fin. Cada vez todo se recrudece más, se vuelve más complicado. Tenemos que salir adelante como podamos.
Pensaba en Miami y Colombia como ejemplos, donde la violencia de la droga se dio en etapas.
Es muy difícil realizar un diagnóstico. Los grupos criminales se fortalecen cada vez más, a pesar de que “El Chapo” Guzmán ya no está libre. Lo único cierto es que no hay manera de establecer una especie de predicción respecto a lo que ocurrirá.
¿Qué fue lo que definió que no te convirtieras en un criminal?
Conocí a muchos criminales, pero nunca estuve a punto de convertirme en uno. En ese tiempo, yo ya tenía un pensamiento propio y estaba muy seguro de qué quería hacer. En definitiva, lo que quería era leer, no asaltar un Oxxo o entrar a un cártel.
Entre los autores actuales que has leído, ¿quiénes crees que están haciendo algo radical?
Me parece que Sergio González Rodríguez fue muy radical. Quizá Fabián Casas, quien escribe cuentos que no son cuentos, está parado en la cuerda floja y, sin embargo, hace libros muy bellos.