La Casa del Cine está en el corazón del Centro Histórico de la CDMX. Sobre la calle República de Uruguay, entre edificios derruidos y remodelados, existe un angosto pasillo y, al fondo, un pizarrón luminoso que te dirige a este pequeño, pero bien nutrido paraíso cinéfilo.
Punto de encuentro que intenta acercar a todo el público al cine de calidad, La Casa del Cine es para sus visitantes más que sólo un lugar de entretenimiento, es -para muchos- un lugar de desahogo, de reflexión, de terapia, porque encuentran en cada una de las salas, películas, y la gente que labora ahí, una motivación, un amigo o una alegría.
Todóloga risueña
Lo de Lety es la todología, principalmente se ocupa de que todo en la Casa del Cine esté limpio y en orden, pero también se rifa con las demás actividades en caso de que sea necesario.
“Estar aquí me gusta mucho, me siento bien, es bonito cuando viene la gente que pasa de ser nuestros clientes a ser nuestros amigos porque nos tiene confianza”, afirma Lety siempre con una sonrisa genuina en los labios.
“Hay ocasiones en que la gente entra a ver películas muy tristes y salen llorando, al ser un cine tan pequeño, la gente se siente en un ambiente más íntimo y eso ayuda a que las emociones estén más presentes.”
Lety recuerda -con muy buen humor- el día que una señora salió corriendo de una sala porque era un documental de insectos. “Preguntó sobre la película, creo que le tenía mucho miedo a los bichos y pese a eso, compró su boleto, pero cuando estaba en la puerta se regresó toda nerviosa y pidió que le cambiaran la película”.
La Casa del Cine es para Lety una gran lugar que le da la oportunidad de hacer otras actividades. Próximamente dará inicio a su licenciatura en Contabilidad, pero espera seguir trabajando por muchos años más en este lugar de grandes amigos. Por cierto, también está en busca de su película favorita.
Fanático del cine
Luis es el galán del cine, o por lo menos así lo afirma Lourdes, una de sus compañeras. Sin embargo él afirma que ella miente y que solo es una broma de las que se permiten por el buen compañerismo que existe entre ellos.
Hace casi seis meses, lo invitó un amigo para trabajar en la Casa del Cine. Oficialmente se ocupa de la barra, él prepara los alimentos y bebidas que los clientes consumen en el lugar. Si la película ya comenzó pero se te antoja un emparedado, Luis es quien amablemente entra a la penumbra de la sala para llevártelo hasta tu lugar.
“Como aquí nos ayudamos unos a otros, también me toca cubrir otras actividades, a veces me toca estar al pendiente de las proyecciones de las películas en alguna de las dos salas.”
“Nunca me ha tocado nada extraordinario ni fuera de lo común, pero conviviendo con la gente a la que les brindamos el servicio, vemos de todo. Es muy interesante poder observar a la gente que viene aquí y poder seguir atendiéndolos cuando regresan porque les gusta el lugar. Pero cosas inexplicables nunca me han pasado, hasta ahorita no me he quedado encerrado ni me han asustado por la noches”, asegura Luis riendo.
“Me gusta el cine, pero paradójicamente estando aquí lo veo poco, porque tengo que estar al pendiente. De entrada, este espacio es muy atractivo hasta geográficamente, me gusta estar aquí y convivir con la gente porque todo mundo es amable ni a ellos ni a nosotros nos cuesta, hay buena voluntad para pasarlo bien de parte de ambos”.
Como pez en el agua
Lourdes es quien tiene más tiempo haciendo el día a día en La Casa del Cine. Hace seis años este espacio abrió su primera sala, ella llegó un año y medio después, y desde entonces atiende a los clientes en taquilla, promueve la literatura y hasta les recomienda películas según sea el caso.
Mientras escribe la cartelera de la semana en un pizarrón, Lourdes confirma que ella y todos sus compañeros son multifuncionales. “Yo entré como encargada de librería y de taquilla pero las necesidades del lugar me han puesto hasta a proyectar las películas, atender a la gente, proveedores y demás”.
“Aquí me han pasado muchas cosas, una vez se metió un señor sin pagar, que me asustó porque ni se inmutó cuando le pedí que se saliera; en otra ocasión una señora me quiso pegar porque según ella, yo estaba cuidando mucho a su esposo. Pero cuando te gusta tu trabajo todo es interesante y agradable. Tenemos clientes que nos procuran y traen detalles y eso es algo que me hace venir a trabajar con gusto”.
Lourdes es de las personas que recuerda y conoce a sus clientes. “Hay veces en que la gente viene con ganas de que alguien los escuche, en estos casos me atrevo a recomendar ciertas películas que me imagino les pueden gustar; el cine es terapéutico y en él podemos encontrar un mensaje de cómo recordar y hasta vivir.
“Aquí me siento muy bien, porque el lugar en muy cultural y toda mi vida estuve ligada a esto, estoy como pez en el agua”. Finalizó Lourdes con una gran sonrisa.