El ejemplo que aprendió una hija de su padre golpeando a un ciclista
Ay ciclistas que despiertan imaginando una ciudad que no existe. Salen a pedalear por avenidas que no son lo que soñaron. En cambio, hay —cada vez más— quienes saben del riesgo que corren al andar por el infierno chilango. Están conscientes de la calamidad que priva en las calles, de cómo la Ciudad de México está tan alejada de la infraestructura para ciclistas que presume Ámsterdam y anhelan una cohabitación en paz con automovilistas respetuosos como los de Copenhague.
No obstante, los ciclistas salen, no se amedrentan. La calle también es de ellos, esperan que algún día alguien en el escritorio gris de gobierno dé la orden y los ejes viales los incluyan en sus trazos. Fantasean con automovilistas educados y respetuosos.
Los ciclistas necios de esta ciudad andan bajo su propio riesgo. En cuanto sueltan el primer impulso en los pedales, firman una sentencia de muerte que puede aplazarse dependiendo de la suerte que tengan al encontrarse de frente a un auto. Cómo llamarme exagerado si solo es cuestión de ver a los asesinos que en lugar de arma de fuego portan una arma de cuatro llantas.
Pero, insisto, los chilangos son ciclistas necios. Van por los golpes a cambio de algún día tener las ciclopistas necesarias; van por atropellamientos a cambio de que haya conciencia vial; van por la muerte a cambio de que al fin exista un compromiso político para garantizar seguridad a los que optaron por dejar el auto, por no usar el transporte y por hacer un poco de ejercicio en bici.
En un video reciente se ve la toma de un ciclista que comienza a circular por Tamaulipas, en la Condesa. No lo sabe, pero va a terminar madreado por una familia completa. En la Condesa, esa colonia que en el nombre evoca una dinastía, la de Miravalle, un escudo con clase que la gente sin clase no recuerda. Sin ninguna clase de respeto, sin clases de cultura vial, a eso me refiero. Hoy la Condesa no tiene apellido, porque no tiene madre. Tal vez sea la Condesa y su apellido del Narco o la Condesa del Antro o la Condesa del Robo, la Fondesa que comienza en Prostituyentes y termina en la Espantón, que está frente a la Nárcoles, la Roña y la Navajearte. La Condesa es todo, menos de los ciclistas.
Regreso al ciclista: una camioneta blanca, placas 216 YFE, le cierra el camino. El conductor se baja en un estado de excitación que he visto entre los madreadores a los que su barrio los respalda —en este caso su mujer, su hija y su papá—. Madre no tiene, por lo menos no se ve en el video.
“Pues no te me metas a mí, pendejo. Usa tu carril (el ciclista no tiene carril) y fílmame lo que quieras”, le dice el conductor al ciclista. “Tú también grábalo, hija”, le dice a la hija y de pronto del quemacocos de la camioneta se asoma un cuerpo sin forma con un celular en la mano para grabar al peligroso ciclista: es la hija. Se observa que el auto tiene dos carriles en el punto donde se grabó el incidente. La bici, ninguno.
El conductor golpea al ciclista y avienta su bici con rabia, fuera de sí, como si romper la bici significara romper al ciclista. Me da la impresión de que el conductor la arroja con tal furia que fue la manera de materializar su frustración por no haber atropellado, asesinado, a ese imbécil en bicicleta que osó cruzar antes. ¿Quién se cree? La esposa desde la camioneta grita: “Tienes que ir a la derecha, imbécil (parece que la familia solo usa esa palabra para comunicarse)”. “¿Ya leyó el reglamento, señora?”, responde el asustado ciclista y el otro sujeto que baja del vehículo, parece el padre, le responde: “No hay carril pintado aquí. Si no hay carril (tú, ciclista) no tienes por qué circular” (Aquí el video).
Ayer leí en el periódico El País: “Detenido el conductor que atropelló a ciclista”. No, no se refería a ningún incidente en México sino a uno en Córdoba… España. Aquí rara vez detienen a alguien, a menos que ese alguien aparezca en un video viral que afecte la imagen del gobierno de la ciudad. Pero como diario hay tantos videos del tipo, pues no hay novedad en la desgracia y nadie atiende.
El ciclista del video despertó aquel día, tal vez, creyendo que sobreviviría a la CDMX y por lo pronto lo logró. ¿Mañana? Quién sabe.
Foto: Cuartoscuro