Ciler

Foto: Lulú Urdapilleta

5 de enero 2018
Por: José Quezada Roque

Ciler y su arte detrás de las apariencias

En "La muerte del autor", la muestra más reciente de Ciler se explora la capacidad del espectador para apropiarse del arte.

Mediante la intervención de revistas, reproducciones digitales de pinturas clásicas y billetes antiguos, Ciler presenta en la galería MAIA Contemporary (Colima 184, col. Roma) “La muerte del autor”, una exploración sobre ciertas mentiras sociales y la reinterpretación del arte. La muestra culmina este sábado.

Considerando que antes has intervenido otras obras, ¿qué es lo que haría diferente a esta nueva exposición?

Durante tres o cuatro años he intervenido revistas u objetos antiguos que encuentro en la basura o en ventas de garaje, debido a que para mí una parte fundamental de la creación es esta especie de búsqueda antropológica que se hace en lugares que guardan ciertos objetos ya olvidados. Podría decir que, de alguna forma, intento rescatarlos.

Mi obra se ha caracterizado por la intervención de revistas e imágenes impresas. Sin embargo, lo que es diferente en “La muerte del autor” es que tomé pinturas clásicas o neoclásicas y las reinterpreté; me apropié de ellas y las mezclé con otras pinturas; las llevé del terreno digital al pictórico o plástico (algo que no había hecho desde hace nueve años, cuando mi carrera empezaba, y que abandoné precisamente por enfocarme al collage y las intervenciones en revistas). Para explicarlo de una forma más clara: a diferencia de otras muestras que he tenido, en “La muerte del autor” me sirvo de técnicas como el collage, por ejemplo, para llevar la obra hacia un terreno más pictórico y reinterpretarla.

“Flowers in my head”, de Ciler.

¿Cómo surgió, por primera vez, la idea de intervenir otras obras?

Es muy probable que todo empezara mientras jugaba en la computadora. El primer eslabón en el proceso creativo de estas piezas fue el juego en la computadora. Posteriormente imprimo, y a partir de ese punto empiezo a trabajar.

En algún momento concluí que sería interesante llevar la exploración hacia un marco conceptual. Pensé en la teoría de que nada le pertenece a nadie (un factor que se agudiza si pensamos en cómo todo lo que se encuentra en internet les pertenece a todos).

Hace tiempo leí “La muerte del autor”, un ensayo de Roland Barthes que me hizo reflexionar sobre el concepto de que el autor, como tal, está muerto al momento de ser expuesto.

¿Hay algo de la Mona Lisa con bigotes de Duchamp?

En cierto sentido, la apropiación nace gracias a este ready-made de Duchamp. Yo utilizo otra palabra para referirme a la apropiación: reconfigurar. Me encanta reestructurar la información ya establecida, por ejemplo, en la revista Life, cuyo estilo de vida tradicional (que nos vendió hace 60 o 70 años) he reinterpretado y montado un poco en mi pieza “LIE”, a partir de la teoría de que la historia es cíclica y que 33 años después siguen sucediendo los mismos sucesos (guerras, por ejemplo). Entonces, yo replanteo y revivo las imágenes interviniéndolas y dándole un giro a sus colores.

“LIE”, de Ciler.

¿Cuál es el mensaje que transmites detrás de la deconstrucción de las imágenes?

Ninguna obra y ninguna pieza pictórica está acabada. Creo que en la actualidad tenemos la oportunidad de criticar y replantear el arte hasta intervenirlo y convertirlo en nuestra propiedad. Eso es un punto fundamental en el arte contemporáneo (por decirlo de alguna manera).

Para dar un ejemplo muy general: en la actualidad, gracias a las redes sociales, cualquier persona puede apropiarse de una foto y subirla a internet; si el fotógrafo no fue tagueado, alguien más puede apropiarse de la obra.

La pregunta es, entonces, ¿tú como artista, hacia dónde llevarás lo que está renaciendo? El mensaje de “La muerte del autor” es claro: nadie es tan importante como el observador, y quien mira la obra se la apropia.

¿Cómo se va a desarrollar un tipo específico de pintura? ¿Cómo se puede convertir en algo digital y volver a lo mismo? En este punto, el arte se convierte en un juego con forma de uróboros: sale de lo digital para volver a lo pictórico, y luego es retomado por alguien más en las redes sociales.

Foto: Lulú Urdapilleta

¿Qué temas de crítica social te obsesionan?

En el presente, ningún dogma, ninguna moral y ninguna filosofía son tradicionales. Todo está cambiando y nosotros estamos modificándonos. Mi crítica social es política e incluso estética (basta con ver las imágenes de mujeres y flores que he deconstruido, destruido, desfragmentado y modificado).

He jugado con algunas pinturas. Ahí están, por ejemplo, estos cuadros neoclásicos cuyos personajes reinterpreto caracterizándolos como fanáticos o músicos de black metal. Al final, me estoy burlando un poco de los miedos sociales hacia la gente que se pinta el rostro, puesto que solo son personas que siguen un género musical o teórico.

También he intervenido billetes para explorar un aspecto crítico que me interesa. Durante muchas décadas, el dinero mexicano se ha depreciado. En este tenor está mi pieza Pirámide de Teotihuacan is dead, en la cual se muestra cómo la Pirámide de Quetzalcóatl sangra para representar un aspecto vil que hemos vivido respecto a nuestros héroes: no existen, y probablemente nunca lo fueron; conforme pasa el tiempo se descubre una nueva historia, y si lees bien la biografía de Madero, tal vez termines descubriendo, por ejemplo, que nunca fue un héroe.

Algo un poco similar sucedió con Andrés Manuel: hace unos años, muchos pensaron que él nos liberaría de ciertas injusticias sociales, y ahora, esa gran mayoría no querría que él se convirtiera en nuestro próximo presidente.

Me interesan las mentiras. La revista Life es una de ellas; de ahí vienen mis juegos con palabras como “ego”, “nada” o “alter ego”.

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