Para alguien como yo, tragón por naturaleza, permanentemente en la búsqueda de la hamburguesa perfecta, resulta maravillosa la explosión de lugares nuevos que buscan lo mismo que uno. Sin embargo, ¿qué hay de los clásicos? ¿Qué hay de aquellos lugares que fueron nuestro delirio en otras épocas? Unos cuantos sobreviven y pocos lo hacen manteniendo la calidad de los platillos que los hicieron clásicos.
Hace mucho que no me daba una vuelta por uno de los restaurantes más queridos del sur de la ciudad. Un lugar que, estoicamente, se mantiene donde siempre, con la carta más o menos igual que siempre y, lo más importante, con el mismo sabor y cuidado de siempre.
ESTO TE PUEDE INTERESAR: ESTO NO ES UNA BURGER
Estoy hablando de Cluny. Vale la pena aclarar que no es una hamburguesería: hacen crepas. Sin embargo, llevan desde 1974 haciendo una muy buena burger y es uno de los secretos mejor guardados. La hamburguesa de Cluny podría parecer muy afrancesada, pero es realmente competente y sabrosa.
Bien jugosa y grasosa, de un tamaño bastante decente. Se nota que hace mucho desarrollaron la receta y no hay nada más que hacerle. Es una muy bien lograda mezcla de carnes en un bollo propio que, aunque un poco seco y austero, cumple muy bien.
Se sirve con mostaza de la casa, puede ir con queso americano, gruyere o gouda y cebolla caramelizada. No falla. Siempre saca de un apuro y bien. Es un gran ejemplo de cómo un producto bien logrado no se tiene que abaratar con el paso del tiempo. Todas las veces que la he comido ha sido buenísima. La calidad no tiene que estar peleada con la repetición: eso hace que un restaurante se vuelva un clásico real. Mención honorífica merecen también las papas que acompañan la hamburguesa.