Por una extraña confusión, el primogénito de Dios en la Tierra no es hombre sino mujer. Se llama Emanuel y no tiene idea de las complicaciones que le esperan a lo largo de su vida (no ser la favorita de su padre, por ejemplo, mucho machismo, y las dudas de si está ahí para convertir agua en vino y multiplicar panes —un poder que sirve más para montar una fonda que para salvar a la humanidad, piensa ella—, por dar algunos ejemplos).
Los planes divinos se ven completamente tras- tocados y la noticia cae como una bomba tanto en el Cielo como en la Tierra. Abajo, los Tres Reyes Magos abandonan Jerusalén decepcionados y el arcángel Gabriel (a quien Dios desampara y termina por olvidar) busca desesperado una nueva virgen que acepte convertirse en la madre del hijo de Dios. Mientras que, desde arriba, el hijo nonato del Señor (quien decide adoptar el nombre de Jesús sin que nadie se lo otorgue) y su padre intentan comprender qué fue lo que salió mal.
En este extraño y divertido “nuevo Nuevo Testamento”, el Dios del profeta Toscana se parece mucho al hombre: es necio, confuso, inseguro y orgulloso (entre otras cosas, se esfuerza demasiado al escribir fábulas poco populares, duda sobre la necesidad de aprender más idiomas y no pierde la oportunidad para presumir como su mayor intervención aquellas 10 plagas con las que liberó a su pueblo de los egipcios).
Dividida en fragmentos que parecen pequeños cuentos, la novela más reciente de David Toscana confirma la idea de que una misma historia se puede contar en un sinnúmero de formas.