06066 | Árbitro justo

Ciudad

Más allá del deporte, el futbol es en ocasiones, el reflejo de nuestras pasiones y también, de nuestras perdiciones.

Dos piedras, botes de basura o los suéteres de la escuela eran suficientes para armar la portería, y a falta de balón, la botella vacía de algún Frutsi o una lata de refresco servían perfectamente para armar la cascarita en el colegio. Ocho, 10 o 20, nunca importaba la cantidad de jugadores; si alguien “sobraba” era la “banca” o, cuando menos, el árbitro del partido.

Desde niño me he considerado un fanático del futbol. Lo he visto en la tele, lo he visto en el cine, lo he jugado en las calles y también en todo tipo de canchas, desde la clásica llanera hasta algún partidito sobre el pasto del Estadio Azteca (aquí es donde algún columnista mamalón aprovecharía para contarnos sobre su inminente debut en la Primera División, pero “se rompió la rodilla”). De hecho, ahora que me acuerdo, en esa del Azteca sí me rompí los ligamentos de la rodilla. Mi entrenador era Mejía Barón y el doctor Alfonso Morales me decía que con “una inyección de diclofenaco”. Yeah right!

Más allá del correr de un lado a otro en busca del balón, o peor aún, de tener que echar el desesperado grito de “¡Bajeeeeeeeeeen!” cuando te dejan de portero y no ves a nadie de tu equipo defendiendo, el futbol ha sido también como una especie de maestro, enseñándonos valores como el trabajo en equipo o a aceptar que en la vida se gana y se pierde. Pero si existe un misterio futbolero que nunca he logrado resolver, ese es el por qué los árbitros decidieron ser árbitros. Claramente les gusta el futbol. De hecho, les gusta tanto que se tuvieron que aprender todas las reglas de memoria. Evidentemente tienen la condición física para correr de un lado a otro durante los 90 minutos. Así que, si ya están ahí , ¿qué es lo que hace que decidan ser el objeto de toda clase de críticas, insultos y mentadas de madre semana a semana?

La pregunta viene a cuento por lo que ha ocurrido en la Liga MX en la última jornada, en donde las agresiones, amenazas, castigos endebles, grillas y simulación de acuerdos, son tan sólo un breve reflejo de cómo solemos manejarnos, más allá del futbol.