La cuadra entre Durango, la glorieta de la Cibeles y Monterrey se ha vuelto un hervidero de hipsterismo, de día y de noche. Al lado de un laboratorio de café hay dos lugares de repostería, restaurantes y lugares para echar la fiesta de noche. Ahí, hace unos meses, abrió Can Can, un restaurante bar con buena y variada carta, espectáculos musicales y de stand up, videojuegos y juegos de mesa.
Al principio su oferta estaba enfocada a la vida nocturna, pero hace poco amplió su horario hasta la hora de la comida. He ido a escuchar jazz y blues, y siempre me pareció que su carta es competente en entradas y snacks. No sé por qué no había probado la burger, pero hace poco pasé por ahí y decidí hacerlo.
La hamburguesa clásica es sencilla: carne, pan, queso cheddar, lechuga, jitomate, pepinillos, cebolla y aderezo “especial”. Bajo el juicio de lo que he probado ahí, promete.
Tarda poco en llegar y, cuando lo hace, luce bien; quizá un poco espartana: 100 gramos de hamburguesa en todo su esplendor y nada más. No viene acompañada de papas ni de nada; no sé si es porque toda la comida está diseñada para compartirse mientras hangueas, pero a la hora de la comida uno necesita algo más.
A pesar de todo, se ve apetitosa, jugosa. Se comprueba a la primera mordida: el pan es perfecto, suavecito y aguantador, el queso está muy bien, los pepinillos suman buen sabor. Quizá donde adolece es en la carne. Aunque tiene buen sabor y buena proporción de grasa, le falta sabor. Además, me pareció pequeña —sobre todo en relación precio-calidad—.
En resumen, me gustó, pero me faltó. Me faltó cantidad, sabor y algo para acompañarla y que no llegue tan solita en el plato. Por lo que pagué por una hamburguesa y una botellita de agua esperaba más comida.
Can Can
Durango 175, col. Roma Norte
Instagram: @cancancdmx
Hamburguesa: $140