Liniers es el segundo argentino en llegar a la tapa de the New Yorker, con sus trazos infantiles y revitalizantes.
El gato Fellini, la pequeña Enriqueta, La vaca cinéfila, Oliverio la Aceituna, los duendes y los pingüinos son algunos personajes que integran el universo de Ricardo Siri, mejor conocido como Liniers.
De chico era un niño tímido que prefería estar solo dibujando en vez de llevarse con otros de su edad. Como dice Alberto Montt, su colega y amigo, “uno no empieza a dibujar; uno deja de dibujar”, y Ricardo nunca lo dejó. “Un momento clave que te hace parar de dibujar es cuando los maestros de la escuela te comparan con otros. Te dicen que está ‘mal’ (porque en la infancia dibujar bien es sinónimo de retratar la realidad) y en vez de estimular ese delirio, te lo cortan”, recuerda Liniers.
Aunque no dejó de escribir, estudió Derecho y Publicidad, pero ninguna de las dos era para él. “Yo quería dibujar lo que se me antojara y que el resultado no fuera vender un desodorante”, dice respecto a su segunda carrera. Eventualmente, sus cómics se fueron colocando en el fanzine de su facultad, luego en un periódico pequeño, y más tarde en La Nación, medio en el que empezó con su cinta Macanudo, en 2001.
En ese tiempo, el mundo tenía puestos los ojos encima de Estados Unidos, que enfrentaba una de las peores tragedias de los últimos años, y su natal Argentina se encontraba en una crisis muy profunda que lo hizo tomar una posición algo así como revolucionaria. “Me parecía que era falsa esa idea de que se había acabado el país y quise ser el único optimista del diario. Me propuse obligarlos todos los días a publicar la palabra macanudo. Nos robaron la plata, pero el país no es lo que genera, no es la inflación; el país es la gente”.
Respecto a los temas que ha desarrollado en estas décadas de trabajo, Liniers dice que no hay temas nuevos, sino nuevos enfoques para tratarlos. “Hace 10 mil años que a todos nos pasa lo mismo. Los Beatles dicen “all you need is love” y no es nada nuevo, pero lo dijeron de una forma que cambiaron el planeta y la manera en la que la gente piensa”.
Además de tratar de poner su granito de arena, el historietista hace cómics pensando en lo que le hubiera gustado que alguien le dijera cuando era chico. “Cuando era pequeño sufría mucho y me habría gustado que alguien me dijera que no pasa nada, que el paso más difícil es el primero”, comenta Liniers, quien confiesa que todos somos unos niños que no han salido del recreo. “En la vida adulta hay bullies, torturados, tímidos, prejuiciosos… somos chicos todos”.
Sus personajes, de quienes admite ser una mezcla, son la representación de sus miedos y sus introspecciones de años. Son voceros que le envían mensajes a su niño interno, pero también al de todos sus lectores, quienes son muchos repartidos en todo el mundo, gracias a la difusión de su trabajo por internet. “Tuve una gran suerte de nacer en esta época. Haré cosas lindas o no tan lindas, pero hay gente más talentosa que debió haber sido más conocida. Si Justin Bieber, Alberto Montt y yo hubiéramos nacido en Rusia del siglo XVIII no habríamos sobrevivido a los 15 años, de lo inútiles que somos”, concluye Ricardo entre risas.
Ricardo Liniers
Historietista