En el corazón del Centro Histórico, a tan solo un par de cuadras del Palacio de Bellas Artes, hay un restaurante de cocina mexicana de origen, cuyo concepto es muy distinto al de los clichés folclóricos sobre lo nacional. Bautizado como Testal, se trata de un proyecto familiar donde la prioridad es rescatar platillos tradicionales e imprimirles una sazón hogareña.
Aunque la gastronomía michoacana está muy latente, su menú abarca toda la República. Por ejemplo, hay platos de Morelos (cecina de Yecapixtla), de la CDMX (tacos de lengua) y de las costas del país (tacos de camarón).
Como entrada, hay tacos picantes de camarón, salteados en un adobo preparado con cebolla morada y piña. Luego, para abrir un poco más el estómago, están las cremas y sopas: la placera es un tradicional taco de chicharrón con nopales, convertido en crema, y la de verdolagas se sirve con salsa verde, consomé, queso panela y pollo.
Entre los platos fuertes, están el lomo picante de atún marinado con tres chiles (guajillo, pasilla y ancho), puré de papa y una porción de verduras salteadas; la cola de res con adobo, queso panela y nopal; y el borrego tatemado, marinado también con tres chiles y servido como una barbacoa con salsa borracha, nopales, cebolla y chiles.
En su carta de bebidas hay mezcal, tequila, whisky y ron. Una de las iniciativas de Testal es difundir las producciones nacionales de vino. Pregunta por el de la casa (preparado con uvas tempranillo del Valle de Guadalupe y cabernet sauvignon). El coctel Tamazcal también es muy recomendable: tiene tamarindo, mezcal y jugo de limón; se sirve como frappé y se escarcha con sal de gusano.
Para cerrar, sus postres incluyen un cheesecake de requesón, una panna cotta preparada con pulpa de guanábana y un pastel de chocolate picante.