Si eres de otro lado pero vives en el Distrito Federal, estas son algunas de las pruebas que debes superar para considerarte orgullosamente chillango.
Los tacos
Saber distinguir entre unos buenos tacos al pastor y los de rata asada que nada más cumplen la función de quitarte el hambre, la cruda o la borrachera.
El metro
Aprendes a navegar elegantemente entre los tumultos. Desafías con éxito las leyes de la física para lograr bajar en tu estación, en hora pico, sin salir todo magullado.
Las rutas
Si manejas, conoces atajos que ningún chofer de Uber sospecharía. Si andas en transporte, cuando te sabes por lo menos cinco rutas de microbús, ya la hiciste.
El tiempo-espacio
Tu sentido de las distancias y del tiempo que tardarás en recorrerlas se altera. Por ejemplo: sientes que de Polanco a Coapa es “cerquita” y crees que llegas en 20 minutos.
El miedo
Llegaste aterrado pensando que todo mundo te va a picar con sus cuchillos. Cuando ya andas como si nada caminando a las cuatro de la mañana, eres de los nuestros.
El Centro
Ya no te espantan las aglomeraciones ni el caos del Centro. Te mueves con habilidad, ya no te pierdes y hasta sabes a qué calle ir si necesitas comprar tres metros de peluche azul.
Los corajes
Son tantas las cosas que están mal que aprendes a escoger tus batallas. Y si tu enojo es injustificado o te pasas de arrogante, sabes que podrías ser el próximo #Lord o #Lady.
Las quesadillas
Cuando superas la discusión bizantina sobre si las quesadillas pueden ir sin queso o no, y simplemente pides una de tinga y dos huitlacoche, felicidades, eres chilango.