Qué bonito es ir con tus amigotes a destrozar canciones berreándolas en el escenario. Lo malo es que estas cosas siempre pasan y atentan contra la diversión
El maestro de ceremonias
Este personaje, además de presentar con voz insoportable a los que suben al escenario, alterna entre ellos. ¡Vinimos a cantar, no a escuchar a este menso que se cree Alejandro Fernández!
El que no se la sabe
El godínez de la mesa de junto que, de un catálogo de rolas que parece directorio telefónico, escoge una que parece que jamás había escuchado, entonces nomás balbucea ante el micrófono.
La multitud
A algunos “les da pena” estar solitos en el escenario, entonces suben con 20 personas, como si fuera coro de iglesia, nomás que todos gritan y no se entiende nada de lo que cantan.
El “chistosito”
Este es el típico ingeniosito que le cambia la letra al tema que está interpretando, y entonces dice: “Hacer el amor con ocho” o “Qué bellos son tus senos de hombre”.
Las de Bon Jovi
A menos que seas Bon Jovi, no te van a salir las canciones de Bon Jovi. Ni las de Juanga. Hay que ser humildes y escoger rolas más adecuadas para nuestras voces.
La desigualdad
Los karaokes no son una democracia ni un sistema igualitario. El que es amiguis del DJ o el que le dio una lana pasa más veces a cantar, aunque lo haga horrible. No se vale.
La hora del baile
Por ahí de las 2 AM, cuando ya mero van a cerrar, suspenden la cantada y ponen música “para bailar”. ¿Pooooor? Para eso vamos a un antro convencional, ¡y todavía no han puesto mi rola de Luismi!
El borracho
Siempre hay un borracho (o varios) que aman el escenario y se suben contigo aunque ni los conozcas. Te arrebatan el micrófono y quieren compartir tus cuatro minutos de fama.