¡Ah, los años noventa! Grunge, los Toros de Chicago, Supernintendo, romances imaginarios con el elenco de Beverly Hills 90210, sombreros con una flor al frente, internet telefónico de 28k y… dinosaurios. Hace veinte años los animales de moda llevaban 66 millones de años extintos: tuvimos una exposición de animatronics chafísimas en Chapultepec, cantamos la rola del ‘Nene consentido’ y, por supuesto, vimos Jurassic Park una y otra y otra y otra vez. No había nada más emocionante para un niño noventero que imaginar un parque con reptiles gigantes de verdad.
La película es un clásico y, 22 años después, nada más de escuchar la melodía de John Williams se nos pone la piel chinita. Por eso, la secuela que se estrena hoy, Jurassic World –que elegantemente ignora The Lost World (1997) y Jurassic Park III (2001) y pretende que nunca pasaron–, le va a gustar a los nostálgicos de aquella época. Está llena de guiños y referencias a la cinta que marcó nuestra infancia.
Los dinosaurios ya no son tan impresionantes –no porque estén mal hechos, al contrario, sino porque ya nada es tan sorprendente ahora– ni están de moda. Así que, para compensar, pusieron de protagonista al galán del momento, al geek adorable que todos quieren: ¡Chris Pratt! La misión de su personaje, Owen, es evitar que un dinosaurio creado en laboratorio, el Indominus Rex (del que ya hay figuritas de acción, obviamente), se coma a todo mundo y sea usado con malévolos fines militares.
La trama está llena de detalles que no tienen sentido y de pésimas decisiones por parte de los otros personajes, ¿pero qué importa, con tal de que haya acción, romance, comedia y velociraptors? Fue una forma digna de revivir la franquicia. Y puede que no los marque como nosotros, pero los niños de la nueva generación la sabrán apreciar.
Jurassic World
Estados Unidos, 2015.
De Colin Trevorrow. Con Chris Pratt, Bryce Dallas Howard, Irrfah Khan.