19 de junio 2017
Por: José Quezada Roque

David Miklos, el novelista en busca de su origen

La pampa imposible, novela más reciente de David Miklos, trata “sobre la búsqueda del pasado como motor de vida”.

 

Publicada hace un mes bajo el sello de Literatura Random House, La pampa imposible, la novela más reciente de David Miklos, trata, en palabras del autor, “sobre la búsqueda del pasado como motor de vida”.

¿Cómo describirías La pampa imposible?

Se trata de una novela sobre un hombre que quiere entender qué lo tiene atado al presente o, en otras palabras, por qué razón no puede moverse y seguir avanzando. Es la larga búsqueda de esa caja negra en la que se resguardan el pasado y las claves sobre la inmovilidad o aislamiento del protagonista.

¿Qué tanto tiene de autobiográfico?

Siempre, de forma obligada, se parte de uno mismo —incluso en los ensayos—. Aun cuando se elige un factor externo para narrar, se puede rastrear nuestra huella al momento de seleccionarlo. En La pampa… más que los eventos de mi infancia y primera juventud, están presentes las atmósferas.

Hay dos sucesos reales en la novela. El primero es la desaparición del vuelo 370 de Malaysia Airlines, en el Pacífico, el cual detona la escritura y la memoria de mi personaje. El segundo sucedió hace 31 años, cuando un Boeing de Mexicana de Aviación se estrelló durante las vacaciones de Semana Santa. En ese vuelo murieron una vecina mía junto con toda su familia y una de mis mejores amigas.

Uno tiene la extraña esperanza de que con la caja negra se podrá resolver algo. En el caso del avión de Malaysia, esta se buscó infructuosamente, pero nunca fue encontrada. En el de Mexicana sí apareció, pero no tuvo mayor relevancia. Sin embargo, construí la novela alrededor del concepto de la caja negra como portadora de una verdad.

A lo largo de mi trayectoria narrativa solo he buscado la caja negra que me devele algo. Por ejemplo, en La piel muerta, mi primera novela, yo buscaba un origen y, en particular, la imagen de mi madre biológica. Es curioso porque la encontré y la conozco; resolví, al mismo tiempo que experimentaba mi paternidad, un conflicto planteado, en un principio, como imposible.

Se dice que el escritor tiene un tema central que aborda a lo largo de toda su obra, ¿cuál dirías que es el tuyo?

La relación que uno establece con su propio origen. A lo largo de la vida se descubre que la propia construcción del origen tiene más de ficticio que de real. El origen se dota de muchos elementos que, en realidad, nunca estuvieron ahí.

Hace unos días platicaba con mi madre. Ella sigue en esa búsqueda y ha podido encontrar documentos que le permiten comprender qué pasó en los primeros momentos de su vida. Me gusta mucho indagar de dónde viene uno y qué tanto nos determina la historia.

Aunque hay miles de elementos que jamás conoceremos a fondo, uno nunca deja de construir su origen. Esa ambigüedad entre lo inaccesible y lo real es el detonante de mi escritura.

A nivel estético, ¿cuáles han sido tus principales influencias?

La lectura de Zama, de Antonio Di Benedetto, representó un punto de quiebre. Me impactó mucho su forma de escribir. También reconozco la influencia del nouveau roman y, en particular, de Marguerite Duras, de quien hice ejercicios de traducción cuando era muy joven. Antes de empezar a escribir leí, justamente, Escribir. Lo releí después de trabajar en La pampa… y, cuando Duras aborda al piloto británico que perdió la vida en la Segunda Guerra Mundial, entendí que su libro fue determinante.

Supongo que la narrativa de Fleur Jaeggy —en particular El temor del cielo, Los hermosos años del castigo y Proleterka— ha impactado en mi trabajo.

En mis primeros años leía a Lovecraft y a Ibargüengoitia, un coctel rarísimo; seguramente su obra hizo mella en mí. De Lovecraft me interesó mucho la idea del horror como algo amorfo, una metáfora muy buena de aquello que no conocemos y puede aparecer cuando se está en busca del origen, ya que no todo puede ser gratificante.

¿Cómo ha influido la CDMX en tu obra?

Crecí en Monte Bello, un suburbio siempre presente en mi obra. La ciudad es una especie de caja negra: uno entra y se le revelan ciertas cosas. En la actualidad, estoy escribiendo un libro más relacionado con ella. Se llama Paseo del río y aborda el concepto de origen, pero de una forma más apegada a la historia: viví mucho tiempo en la calle Paseo del río y me interesa la idea del río que viene desde La Marquesa (el Río Magdalena baja por una cañada que puede verse desde el segundo piso del Periférico). En La Marquesa se vivió la Batalla del Monte de las Cruces, cuando Hidalgo estuvo cerca de llegar a la CDMX y decidió no hacerlo. Es un suceso representativo, porque la batalla se libró en el lugar donde pasa buena parte del agua que llega a la ciudad.

David Miklos recomienda diez libros

Zama, de Antonio Di Benedetto

Palomar, de Italo Calvino

El temor del cielo, de Fleur Jaeggy

Una historia del mundo en diez capítulos y medio, de Julian Barnes

Claus y Lucas, de Agota Kristof

Méjico, de Antonio Ortuño

Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor

Catálogo de formas, de Nicolás Cabral

El animal sobre la piedra, de Daniela Tarazona

Conjunto vacío, de Verónica Gerber Bicecci

Foto: Lulú Urdapilleta

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