De entre todos los defectos que tenemos los chilangos (como la nula de civilidad, la arrogancia y la incapacidad de ponernos shorts por más calor que haga), hay uno que me cae especialmente gordo: la falta de desapego con las cosas materiales. Clásico que un güey pagó 16 mil pesos por una Pentium III en el 2000 y hoy, en 2015, quiere venderla en… 15 mil. O alguien se compró unos zapatos de cuerhule en las rebajas del Zara en 500 pesos, los usó varias veces y después pide… 700 pesos (“¡Es que tenían descuento!”).
Por eso me encanta Joyas de Garage, una venta de garage colectiva con precios bara-bara, organizada por el colectivo mutante.mx. Desde la edición anterior, en junio de 2014, quedé encantada y juré que, a la siguiente, iba a poner mi puestecito. Lo cumplí este fin de semana: monté mi minitianguis, lo atendí, estuve vende y vende y estuvo poca madre.
Qué impresión la cantidad de babosadas que podemos tener arrumbadas. En mi caso, sólo por citar algunos ejemplos: un vestido verde-línea-4-del-Metro sin dobladillo, unos zapatos un número y medio más chicos que mi pie, tres abrigos (como si necesitara uno diferente para cada uno de los TRES días al año en que hace frío en el DF). Es escalofriante cómo podemos engañarnos con tal de sentir la descarga de dopamina que provoca comprar algo. Mucha crítica a los enfermos del Candy Crush que juegan con los ojos en espiral y te mandan invitaciones a tu Facebook (el equivalente digital a que te piden lana prestada para pagarle al dealer), ¿pero qué tal nuestra sutil (o no tanto) adicción a las compras?
Igual no es un fix equiparable, pero uf, qué liberador es deshacerse de tanta chingadera. ¿Cuánto por tu saquito ochentero de bolitas? Dame cincuenta. ¿Cuánto por tu libro de texto que te dejaron leer en Ciencias de la Comunicación pero nomás hojeaste? Dame veinte varo. ¿Cuánto por la camiseta de la banda metalera que no escuchan ni las mamás de los integrantes? Diez pesitos, ya para que te la lleves. Y ver cómo se va vaciando tu puesto y sentir cómo tu bolsillo se llena de billetes arrugados y suprimir las cuentas mentales de todo lo que te hubieras podido comprar si no hubieras gastado en tanta ropa (afortunadamente soy mala para las matemáticas).
Es algo que recomiendo ampliamente. Además, sale una lanita que puedes invertir… ¡en más chácharas! No es cierto. También puedes comprar un cochinito de segunda mano y echarla ahí, que es lo que yo hice.
Epílogo: A ojo de buen cubero, entre todos los puestos, sacan unos 60 o 70 mil pesos por edición de Joyas de Garage. ¡Suena bien! O sea, si juntáramos las ganancias, nos alcanzaría para comprar un tercio del vestido Dolce & Gabbana que usó Sofía Castro, la hijita de la primera dama, en su visita a Londres. Plop.
(Tamara De Anda)