Diego Enrique Osorno, director del documental, habla de la travesía histórica que emprendieron siete zapatistas para compartir su historia de resistencia en el viejo mundo
El océano Atlántico, el cuerpo de agua salada que separa América de Europa y África, acogió durante 52 días la travesía del Escuadrón 4-2-1, una delegación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que partió el 2 de mayo de 2021 de Isla Mujeres, Quintana Roo, rumbo al puerto de Vigo en Galicia, España, en un velero alemán de manufactura holandesa rebautizado como La Montaña.
El registro de ese acontecimiento, de suma importancia para los pueblos indígenas de Chiapas, fue documentado por un testigo externo. La encomienda recayó en el periodista Diego Enrique Osorno (Monterrey, México, 1980) quien, con la cinefotógrafa María Secco (Montevideo, Uruguay, 1976), registró la aventura de este grupo conformado por cuatro mujeres, dos hombres y una persona no binaria (4-2-1).
Esta bitácora cinematográfica, que relata la historia y el relevo generacional del EZLN, a partir de la idea de que para cambiar al mundo hay que cambiar antes la forma en que lo miramos, dejó como resultado La Montaña (2023). El reportero regiomontano nos cuenta el impulso de lxs tripulantes para llevar a cabo este viaje que planteó un itinerario en sentido inverso al histórico.
¿Cómo te llegó esta invitación? ¿Cuál es tu relación con el zapatismo?
Fui marcado por el zapatismo en el 94, cuando ocurre el alzamiento. Vivía en Monterrey, era estudiante, no estaba politizado, pero como a muchos de mi generación, el discurso zapatista a través de los comunicados del subcomandante Marcos me parecía interesante.
Tiempo después, hasta 2003, es cuando llego por primera vez a Chiapas, y al llegar descubro que hay algo detrás de la figura del subcomandante, hay un movimiento que lleva 500 años en resistencia, que está organizándose, que está vivo, que es muy desafiante en su discurso. Ahí se genera mi conexión.
De 2003 a la fecha he tratado de acompañar el movimiento zapatista en dos sentidos: uno como alguien que simpatiza y otro como alguien que trata de dar cuenta de lo que van haciendo.
Y al mismo tiempo, a nivel individual, es un periodo en el que a mí y a mi generación nos tocó. La adolescencia la tenemos con este movimiento tan maravilloso, tan poético, tan justo, con esa esperanza crecemos, y luego de repente viene la guerra del narco, viene un periodo muy oscuro.
A mí me toca reportear y como muchos, escribo y documento ese periodo, y la verdad me agarraba de referencia al zapatismo para no perderme y no ser consumido por esa nebulosa, esa bruma tan densa. Iba a Chiapas y cubría un poco lo que estaban haciendo y eso me devolvía la fe en la humanidad, era sentir que la nebulosa de la violencia no iba a ser eterna.
Así fue mi proceso hasta que finalmente, cuando ellos (lxs siete zapatistas) van a hacer este viaje, deciden invitar a alguien externo y dicen: “Queremos que alguien de afuera se sume, ponga su mirada sobre nosotros y deje un registro”.
¿Por qué arrojar esa semilla de rebeldía en Europa?
Dicen que van a seguir por los cinco continentes. Yo creo, esto lo intuyo, no es como que nos lo hayan hecho muy explícito, porque no necesariamente revelan todas las claves de lo que van haciendo hasta después, que es porque Europa es la cuna de nuestra civilización occidental, por decirlo así.
Y tenía una fuerte carga simbólica volver el viaje que los europeos habían hecho a lo que hoy conocemos como América, hace 500 años, y empezar por ahí esta exploración. Ese continente que los descubrió, ahora va a ser el punto de partida.
Y otro, en un sentido más práctico, es que los zapatistas tienen redes en diversos lugares del mundo. Ahora que fue el 30 aniversario había gente de Australia, de Palestina, de Colombia, pero creo que predominantemente son europeas. Había una cortesía, de cierta forma, a esas redes europeas que han estado cerca del zapatismo siempre.
Al principio del viaje, lxs siete tripulantes tenían una visión de lo que iban a demostrar, a decir. Cuando acabó, ¿qué pasó, qué se llevaron?
Al igual que en mi caso, no tenían experiencia marítima ni nada. No sólo no habían navegado, no conocían el mar la mayoría de ellos. En primera instancia hay un descubrimiento de un paisaje, de una realidad, de una atmósfera totalmente diferente a las que ellos estaban habituados, y yo creo que ese mar los siguió contagiando de algo que es muy zapatista, que es una curiosidad genuina, que siempre hay una curiosidad por el otro.
En los zapatistas que yo conozco, y en el caso de estos siete, como una disposición al asombro y a entender al otro y no juzgarlo.
El viaje en sí, al final, no necesariamente estableció sentencias contundentes, no sentí que ellos tuvieran una posición contundente sobre los europeos que había encontrado en el viaje, sino más bien una disposición a entenderlos. En sí, empezaba otro viaje cuando llegaron, otra experiencia. Yo espero que algún día compartan con mayor profundidad ese balance del resto de lo que encontraron más allá del viaje persé en La Montaña.
+Datos
- 6 de septiembre es su estreno en salas de cines del país
- 5 tripulantes más provenientes de Alemania y Colombia formaban parte del velero Stahlratte que zarpó en plena pandemia