El creador del método de análisis tonal recibió el llamado del escenario y desde 1970 su aportación sigue siendo fundamental para las tablas del país
Por Eduardo Gutiérrez Segura*
Acreedor de la Medalla Bellas Artes 2019 en la categoría Teatro, Luis de Tavira es modesto. Aunque actualmente ofrece una cátedra en la obra El padre, el maestro considera que lo que hace en el escenario es más bien un tributo a sus colegas, de los que aprendió lo que sabe, porque él no se llama a sí mismo actor.
Su llegada al teatro
De Tavira quería ser jesuita por su admiración a los maestros que lo educaron en una escuela de la orden. Pero sus mentores se dieron cuenta de que tenía lo necesario para subirse a las tablas, así que lo impulsaron a estudiar Letras Clásicas y Filosofía en el Instituto Libre de Literatura, en Puente Grande, Jalisco. Ahí fue donde escuchó el llamado de su verdadera pasión y vocación.
Tras graduarse en Arte Dramático en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, logró convertirse en actor, así como en dramaturgo, director de teatro, ensayista y pedagogo.
Como buen virgo (nació el 1 de septiembre de 1948) es muy crítico consigo mismo, por lo que se contiene cuando recibe un halago o el reconocimiento por ser pilar fundamental del teatro nacional con su creación del método de análisis tonal, que desentraña los elementos del lenguaje dramático y escénico.
Amor y respeto eternos
Lo tiene claro: desde que comenzó su carrera descubrió que el teatro no soporta intermediarios porque su contenido es el arte de la vida. “Uno tiene que enamorarse para hacer teatro y a veces es una invitación como esta [la que vive él], que a mí no se me ocurrió”, expresa en entrevista.
“Personalmente no me siento actor, soy director y maestro, pero a alguien se le ocurrió que podía hacerlo y he actuado”, insiste.
Un comentario que se hace inverosímil cuando se ve en escena su entrega, como sucede ahora en el Teatro Fernando Soler, del Centro Teatral Manolo Fábregas.
El histrión comparte que cada que se planta en un escenario es con un enorme respeto y como un homenaje a las actrices y actores de quienes ha aprendido. “Pero entonces me doy cuenta de que lo primero que tengo que hacer es enamorarme del teatro, es una gracia y sucede”, añade.
Maestro comprometido
Su entrega al quehacer artístico nacional lo llevó a compartir sus conocimientos. Como profesor es exigente, pero generoso; en este momento se siente preocupado por cómo la Generación Z no pone atención en las cosas que realmente debería, aunque aplaude que no se quede callada.
“Es un reto grande en el que justo uno se da cuenta de que no paras de aprender, hay unos cambios muy grandes entre los jóvenes de hoy y eso me hace entender que tengo algo más que aprender y que adecuar, pero que también veo con preocupación. Yo pienso que a esta generación le ha tocado un reto tremendo”, reconoce.
De sus alumnos admira la capacidad de indignación que tienen, tan necesaria en estos tiempos convulsos, pero enfatiza: “Me preocupa que no les preocupen muchas cosas que deberían, pero esto le pasa al mundo y sobre todo al país”.
Un joven que vio la represión
Nadie como él para entender lo que es ser joven en momentos oscuros. Dejó el seminario en 1968 y abrazó, en su renovada libertad, “las primaveras” del mundo, que arrancaron en París y pronto llegaron a México.
“Como joven yo venía de la clausura de la escuela jesuita, del seminario. Para mí fue un bautizo de realidad abrir los ojos y ver a los chavos de mi edad metidos en el movimiento que era decisivo, que cambió muchísimas cosas. En México era la aspiración a la democracia”, cuenta.
De Tavira vive uno de sus mejores momentos, está en los “cuernos de la Luna” con su carrera vigente y con sus enseñanzas que se retoman en Colombia, Costa Rica, España, Canadá y México. Aun así, tiene un deseo: cuando le toque hacer el viaje eterno, espera que le llegue lo más cerca del escenario que ama y del público al que le da todo.
Admíralo en acción
Puedes ver a Luis de Tavira en El padre compartiendo escenario con Fernanda Castillo, Pedro de Tavira, Ana Sofía Gatica, Alfredo Gatica y Emma Dib. Esta puesta presenta a un ingeniero retirado que se niega a aceptar su demencia senil, mientras su hija debe tomar decisiones contundentes al respecto. Permanecerá en cartelera hasta el 21 de enero en el Teatro Fernando Soler. Hay funciones los viernes (20:30), sábados (18:00 y 20:30) y domingos (18:00).
*Texto adaptado para + Chilango