Considerado por muchos como el mejor cuentista estadounidense con vida, George Saunders decidió trabajar en su primera novela más de dos décadas después de la publicación de su primera colección de relatos. Antes de eso, trabajaba para una compañía de exploración petrolera en Indonesia. Ahí, solo, se dedicó a leer a Kerouac y Hemingway, y le dieron ganas de escribir. Tuvo que volver a Estados Unidos por una infección intestinal tras nadar en un río donde unos monos habían defecado.
Ahora, casi 35 años después, Saunders es profesor de Escritura creativa en la Universidad de Siracusa (el mismo lugar donde él tomó clases con Raymond Carver y Tobias Wolff) y vive en una comunidad budista. De acuerdo con una lista publicada por la revista Time en 2013, es una de las 100 personas más influyentes en EUA, ha recibido reconocimientos como el PEN/Malamud Award y el Man Booker Prize en 2017 (derrotando a Paul Auster) por esa primera novela y el tema de esta columna: Lincoln en el Bardo.
La idea, ha dicho en entrevistas, le rondaba la cabeza desde hace unos 24 años. Pero no había sabido cómo concretarla: intentó escribirla como una obra de teatro, pero fracasó; después comenzó como un relato, pero se fue extendiendo hasta tener más de 400 páginas.
A partir de la anécdota real de la muerte de Willie Lincoln, el tercer hijo del presidente estadounidense Abraham Lincoln, la novela narra el luto del mandatario así como un supuesto viaje de ultratumba del pequeño, pero lo hace de una forma muy peculiar: a partir de las voces de varios fantasmas que habitan en el Bardo budista (una especie de limbo o perio-do entre una vida y la siguiente), así como varios “recortes de prensa” inventados por el propios Saunders, y que le sirven para ambientar la historia a mediados del siglo XIX.
(Lincoln en el Bardo, George Saunders, Seix Barral, México, 2018, 436 páginas, $298)