¿Qué? ¿Ya dos años? ¿Dos? Parece que fue ayer cuando se rumoraba que había un servicio con el que podías acceder a toda la música que quisieras en streaming, una eterna barra libre sonora, pero sin empujones ni borrachos. Se escuchaba como algo demasiado bueno para ser verdad… y lo era, porque no estaba disponible en México, ¡plop! Era como un flashback a los ochenta, cuando anhelábamos el estilo de vida gringo y envidiábamos al amiguito que tenía antena parabólica y un tío que le traía Lucky Charms del gabacho. En 2011 y 2012 leíamos blogs de tecnología y pensábamos “¡A ver a qué horas lo traen a México!”, mientras algún listillo ya había instalado un truco en su compu para acceder al servicio. Los VPN eran la nueva fayuca.
Hasta que, pum, llegó a los teléfonos y computadoras y cambió de golpe nuestra forma de escuchar música. El jueves pasado Spotify México celebró su segundo aniversario, y en vez de hacer un encuentro virtual de intercambio de playlists o un hangout masivo vía webcam, armaron la pachanga en Sala, ahí por Metro Insurgentes, con… bandas en vivo. Suena paradójico, pero pues no, porque aunque sea muy placentero perderse en su catálogo infinito, no hay nada como ir a concierto bien curado. Y además… ¡FIESTA!
Llegué a Sala cuando estaba tocando Camilo Séptimo, un rock-pop de precopeo, para mover la cabeza y sonreír e irse encontrando a los amigos… que fue lo que pasó. Esta fiesta era como un Twitter traído a la vida real, ¡pero sin los trolls!
Después salieron Los Nastys. Fueron pura diversión, con sus letras jocosas y su punk bailable. Son como la respuesta garage y desmadrosa al tontipop de sus compatriotas españoles. Los amé mil ocho mil. Ya los agregué a “mi música”.
Y luego… ¡Centavrvs! Es increíble verlos en vivo. ¡Y no sólo por la guapura del frontman bigotón! Me encanta que la mata del electro-sabrosón-mexicano siga dando buenas propuestas. Mientras seudobailaba tuve un momento de nacionalismo. Me dieron ganas de ir a decirles “Muchachos, estoy muy orgullosa de ustedes, espero que hagan tour alrededor del mundo”, como tía. Pero mejor fui por otra cerveza.
Al final, ¡qué bonito Glass Animals! Es una banda inglesa que, si la escucho en el coche de alguien, le digo: “¡Ya quita tu música de hipsters!”. Pero así, frente a frente, ya enfiestados, después de los tragos y las risas y la gente y alegría, fue el fade out perfecto para la noche, para irse despidiendo, para quedar en hipotéticas reuniones a futuro y terminar viéndonos en Facebook, al día siguiente, para intercambiar impresiones de una fiesta épica que, ahorita, una semana después, se sigue comentando.
(Tamara De Anda / @plaqueta)