En julio de 2005, un avión circuló por las calles de la ciudad. Escoltado por patrullas y motocicletas, el jubilado McDonnell Douglas DC9-14 de Aerocaribe, que había funcionado a lo largo de tres décadas bajo el nombre de Tlatoani, realizó su último viaje para aterrizar de forma definitiva en la explanada de la Delegación Venustiano Carranza. Ahí fue acondicionado como biblioteca virtual. Treinta computadoras con simulador de vuelo le permitían a los niños (y a adultos curiosos) conocer la forma en la que la aeronave solía operar. A través de las mismas máquinas se podía acceder al acervo de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas. Los funcionarios presumían la iniciativa y decían que podría replicarse el modelo de avión rescatado convertido en centro cultural. (Sorpresa: no ha ocurrido).
A 13 años de su apertura, la Biblioteca Virtual Tlatoani claramente vio mejores tiempos. En 2009 hubo un incendio ahí a un ladito, en un depósito de árboles de Navidad abandonados que ardieron por razones misteriosas. La llamarada alcanzó al avión, que quedó chamuscado. Aunque lo repararon, sigue medio aventado, huele raro y cuando hace calor parece un horno. La tecnología no se ha actualizado y ya no apantalla; apenas le sirve a la chamaquiza para hacer la tarea y al público en general para hacer trámites o checar el mail.
Eso sí: a los niños les brillan los ojitos mientras suben la escalera para abordar la aeronave. Ni siquiera el hecho de toparse con unas mesas de Tablaroca, unas PC viejas y sillas destartaladas los desilusiona. Qué importa que esto parezca una oficina más de la delegación, ¡es un avión de verdad! ¡Alguna vez desafió la gravedad y estuvo en el aire! Sin duda, una experiencia más emocionante que ir al café internet de la esquina. Además, los asientos del piloto y el copiloto se mantienen, junto con el tablero original. Sin embargo, el típico letrero pasivo-agresivo te dice que no se vale sentarse ahí ni manosear los controles.
La Biblioteca Virtual Tlatoani está en Francisco del Paso y Troncoso y Fray Servando Teresa de Mier, en la colonia Jardín Balbuena. Abre todos los días y para entrar solamente necesitas mostrar una identificación.