Los 70 y 80 fueron muy curiosos en México. Vivíamos medianamente aislados del mundo y subsistíamos de la producción local de todo. El mundo de las hamburguesas no era diferente. Teníamos un par de cadenas nacionales -Tomboy y BurgerBoy-, pero si uno quería una hamburguesa tenía que ir a un carrito de la calle o a un restaurante de cocina internacional.
El rey era el Vip’s. Créalo o no, hacían una muy competente hamburguesa. ¡Qué iba a saber yo en mi infancia de economías, procesos industriales, política exterior y demás! Lo único que sabía era que la Vipsburger Especial era la neta. Ese platillo fue mi introducción a lo que ahora es mi amor y obsesión. Luego, con la apertura comercial de nuestro país, la cadena cayó en ese limbo de glorias pasadas del que es difícil salir.
Recientemente vi un espectacular que invitaba a probar las nuevas hamburguesas de este lugar. Pensando en visitar clásicos de mi infancia, me lancé a Insurgentes en busca de un remanso de hamburguesas de mi pasado. Hace fácil 15 años que no entraba a uno. Básicamente están igual. Me sorprendió la carta, enorme como siempre, con siete variantes: cinco de carne y dos de pollo.
Ya no existe mi adorada Especial, ahora se conoce como la Vips Clásica con Queso. 180 grs. de carne de res, queso fundido y pepinillos. Esperaba lo peor. Esperaba que llegara la hamburguesa de mi infancia: pequeña, con pan Bimbo y genérica a más no poder. Llegó y me sorprendió. Pan propio, grande y que aguanta el embate de los 180 bastos gramos de carne muy grasosa (y recalco el “muy”), pattie de carne congelada, pero sin llegar a ser como del Costco; lechuga; jitomate; pepinillo, y cebolla. No está tan mala. De hecho está buena como para salir de un apuro. Lo único que sí está de más es la cantidad de grasa.
Hay quienes defienden a capa y espada este remanso de recuerdos. Yo no correré a regresar pronto, pero defenderé que su materia de mi formación sigue dando buena pelea.
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