“Tú nos importas, al igual que los recuerdos que compartes aquí”, dice la atroz base de datos que unánimemente llamamos Facebook y luego nos despliega las cosas que publicamos en nuestro muro en un día como hoy. De esa manera me entero que hace un año Emilio Azcárraga Jean fue fotografiado sacándose un moco y yo me chingué unos Choco Roles hace apenas cuatro. Efemérides nuevas para un siglo que nació echadito a perder.
Me choca Timehop porque refuerza la mentira engorrosa de que somos el centro del mundo, de que el tiempo tiene que ser medido a partir de nosotros, tan bobo como conmemorar nuestros cumpleaños. El centro del mundo es el mundo en sí, un centro sin contorno, pues.
Analizo la foto del dueño de Televisa, su rostro deforme por culpa del dedo que hurga a tope. Me gusta su corbata. La imagen más que grotesca es simpática. Hace un año decidí compartirla con mis seres queridos… ¿por qué diablos? Me pongo a pensar en el futuro del internet.
Internet es un espacio público, casi como una calle o el parque (por eso debería de ser gratuito, pero ese es tema de ulteriores columnas). Internet no tiene orillas definidas ni límites claros, su profundidad es ambigua. ¿Cuál es el final de internet? Me atrevo a decir que las limitaciones de internet son humanas. Internet terminará cuando ya no haya más seres humanos que puedan estar conectados, ¿me explico? Imaginemos que absolutamente toda la raza humana está, al mismo tiempo, viendo un gatito bebé jugar con su estambre. Ese es el final de internet.
¿Y su futuro? ¿Nuestras publicaciones del pasado, acaso? Ya están como los camellos que guardan agua en la joroba. Nah. Yo digo que llegará el día en que pagaremos por no tener internet. Colocaremos aparatos que bloquearán la señal. Huiremos de los Choco Roles que comimos en el pasado. Aquí a lo mejor ya estoy haciendo ciencia ficción. Que el tiempo lo decida.