Si acostumbras invitar a tus amigos para festejar la fiesta patria por excelencia, seguro estas situaciones te son familiares
Los fuegos artificiales
Todos suben a la azotea muy entusiasmados para contemplar los fuegos artificiales… y no se ve nada. “¡Mira, creo que detrás del tinaco se distingue la pirotecnia de Milpa Alta!”, exclama algún iluso.
Los disfrazados
Recibes al que se vistió de charro o a la que se puso su disfraz de Adelita. A ver, no es el festival del día de las madres en la primaria ni una noche mexicana de los 90 (¿o alguien ha visto una estudiantina?).
La comida
Alguien se propone para preparar el pozole y a la mera hora se le derrama en el camino (o al menos ése es su pretexto). Terminan comiendo papitas del Oxxo porque es día festivo y nadie les quiere llevar comida a domicilio.
El historiador
No falta el conocido sabelotodo que cada año se avienta su choro de cómo la Independencia debería celebrarse el 27 de septiembre y no el 15. Ya mero hace su petición en change.org para cambiar el día.
La música
Típico que alguien se adueña del iPod y empieza a poner pura música “bien mexicana”, como el jarabe tapatío y el Huapango de Moncayo, como si tu fiesta fuera un comercial de cerveza.
Los “¡Viva!”
Ya medio borrachos, tus amigos se emocionan con los “¡Viva!” y empiezan a sacar sus chistoretes. Es como el forever que quiere cantar las ocho estrofas de _Las mañanitas_ en los cumpleaños.
El ruido
De pronto aparece el colado del colado del colado que saca una corneta y una matraca. Amigo, ¿sí te recuerdo que esto no es un maldito partido del América ni el grito en la plaza de Coyoacán?
La tele
Algún necio quiere prender la tele y sintonizar el grito por televisión, como si estuviéramos en 1980. Es como ver “Doce uvas, doce deseos” en año nuevo… pero sin uvas y, sobre todo, sin deseos.