Desde hace seis años, una compañía teatral representa el mismo espectáculo anodino y superficial —una parábola del mundo animal— que pronto llegará a su fin. El inminente cierre lleva a los actores a buscar nuevas posibilidades y a intentar ser los artistas que un día quisieron, pero no pudieron. El camino, sin embargo, no va a ser sencillo: se verán enfrentados a un sistema cultural cerrado y tramposo donde todo está en juego salvo la creación artística, donde el arte, al final, importa menos que el dinero, las modas o las conveniencias.
El reino de los animales, del dramaturgo y director alemán Roland Schimmelpfennig, evidencia el mundo ‘salvaje’ al que los artistas son arrojados. En un irónico juego metateatral esta obra es llevada a escena por el colectivo Todo lo que no fuimos, una agrupación independiente formada por alumnos egresados del Centro Universitario de Teatro (CUT), que apenas comienza en los escenarios de la ciudad, primero en la caja negra de su escuela, después en Casa del Lago y ahora en La Capilla.
¿Dónde buscar trabajo?, ¿cómo perseguir ese sueño del arte en una sociedad en la que la cultura genera tan poco interés?, ¿o es que sólo queda la posibilidad de hacer comerciales —o lo que no se quiere en realidad— para ganar algo de dinero y sobrevivir?
Bajo la dirección de Luis Rivera y con la actuación puntual y enérgica de Sergio Rüed, Raquel Mijares, Emmanuel Lapin, Esteban Caicedo, Yunuén Flores, Ari Albarrán y Fernando Callicó, El reino de los animales es una obra que, con ingenio e ironía, critica y devela las precarias condiciones laborales de los creadores —no sólo escénicos— y un medio artístico en el que el poder de unos cuantos somete la producción genuina.
Es teatro dentro del teatro en el que estos jóvenes representan su propio drama y el de miles de profesionistas que viven en la misma situación.