A todos nos ha pasado cortesía de un galán de ocasión, un vendedor o hasta un político en campaña: llega esa persona y nos dedica todos tipo de elogios, apapachos verbales y demás dulzuras, evidentemente destinadas a conseguir algo más allá de la plática. Pues cuando te hablan bonito, es que usaron palabras melifluas.
Por supuesto, el uso de esta palabrita no se limita al ámbito figurado: significa literalmente “que destila dulzura”, al estilo de uno de esos pasteles que escurren jarabe o de esas parejitas (legales o ilegales) que causan diabetes nomás de verlas.
La clave está en la partícula “fluo”, que viene del latín fluere y es el origen de palabras como flujo, fluvial (relativo a los ríos) o hasta superfluo (es decir, que sobra en tal cantidad que hasta se derrama).
Así se usa:
“El doctor del 502 se anda ligando a la vecina del 201. El otro día lo escuché en el elevador hablándole de una forma bastante meliflua“.
(EL SALVAPALABRAS)