Tim Peacock es un joven ilustrador que ha trabajado para periódicos y revistas como The New York Times, The Wall Street Journal, MIT Technology Review y Vice
Aunque sus padres son de Texas, Tim nació en Guadalajara, Jalisco, y vivió ahí hasta cumplir 10 años; es delgado, moreno y sus ojos revelan un temperamento reflexivo y franco.
Hace 11 días volvió a México, invitado a participar en el programa Global Residency, donde cada mes se convoca a un artista para que colabore con Pictoline durante una semana. El domingo pasado, Tim regresó a Nueva York, la ciudad donde vive. La repercusión de Pictoline como plataforma viral y la oportunidad de entender cómo funciona la industria creativa en esta ciudad fueron dos factores de la residencia que lo entusiasmaron.
Mientras Tim come en un restaurante de la Roma Norte, saca de su bolsillo trasero del pantalón una pequeña libreta donde ha recreado algunas de las imágenes que vio en su visita al Museo de la Tortura: “No me interesa la tortura por sí misma, sino la estética de las cadenas y el metal. Creo que tal vez, en toda mi vida, he llenado unos 40 sketchbooks”, cuenta. Menciona que es la primera vez que trabaja con alguien de México, pero antes ya había colaborado en un proyecto cercano al español: “El año pasado hice un libro acordeón llamado Boy, what happened?, para el que se me pidió dibujar los sueños de seis niños de La Habana, Cuba”.
¿Cómo defines tu trabajo?
Son caricaturas simples, algunas pueden ser chistosas o enérgicas. Me gusta que el estilo visual sea para niños y que el mensaje o el contenido esté dirigido a un público adulto. Siempre hay una idea que intento comunicar a través de imágenes impactantes. No me gusta agregar muchos detalles y, a veces, para expresar emociones, me ayudo más del ambiente y ciertos colores, ya que se trata de diseños muy pequeños. También me gusta marcar el contraste entre objetos pequeños y grandes; para dar un ejemplo, podría mencionar un edificio gigante contra una pared pequeña.
Mi inspiración viene de todos lados: las películas que vi cuando era niño, los viajes que he hecho a países como Vietnam o Camboya —donde hay diferentes tipos de arte, ropa y símbolos—. Sin embargo, se puede decir que no me dedico a estudiar esos entornos. Mi inspiración no viene de un algo específico: sólo se trata de vivir la vida y observar. Mucho lo absorbo de forma subconsciente.
¿Dirías que Las aventuras de Tintín es una de tus influencias?
Sí, Hergé me influyó mucho. Los artistas europeos me marcaron particularmente. Cuando iba al colegio, el descubrimiento de ese tipo de arte cambió mi vida. Katsuhiro Ōtomo, el dibujante de Akira, me fascina. Moebius es otro nombre importante para mí. Como temas, me interesan el sci-fi y la creación de imágenes épicas. A veces intento hacer un universo completo en un solo cuadro, un universo que pueda existir en ese momento y donde puedan caber muchos de mis dibujos. Es un mundo único y reconocible que aún no tengo definido, el cual proviene de mi subconsciente.
Tampoco podría decir que hay un mensaje particular en mi obra, salvo cuando hago trabajo editorial para un periódico o ilustro un artículo. Mis dibujos personales siempre nacen bajo una idea: hay un mensaje conceptual no dicho, una especie de misterio que te hace querer saber más de ese mundo. Sólo enseño un poco de una parte más grande que mantengo oculta. Así, la gente puede inventar la otra parte, aquella que yo aún no he dibujado.
¿Cuáles son los temas que te obsesionan?
La manipulación de masas y el conformismo. Quiero mostrar cómo la gente puede estar contenta haciendo algo que no quiere, y cómo a la vez no hace nada para mejorar su vida. Son cosas que los individuos pueden controlar, pero no lo hacen porque sólo aceptan el flujo del destino.
¿En qué proyecto trabajas en la actualidad?
Este año publicaré la continuación de Pleaser Palace. Tal vez haré una tercera o cuarta parte. Escribir una historia valiosa es lo más difícil. Aunque tengo muchas historias, no las puedo terminar de una forma en la que yo pueda estar conforme.
¿De qué trata Pleaser Palace?
La trama gira alrededor de un grupo de soldados. No se sabe para quién trabajan, y también se desconoce el universo y la época donde sucede la historia. Están en el desierto y su misión es transportar una droga llamada “maja”. El coche donde viajan se descompone y en su búsqueda de ayuda encuentra un palacio. Ahí empiezan todas las locuras: ellos intentan escapar del Pleaser Palace y empiezan a meterse en problemas.
Fotos: Lulú Urdapilleta/ Especiales