Antes de que el vértigo de las redes sociales lo borre de nuestras memorias, es importante meditar sobre lo que pasó con el videoclip de la canción Fuiste mía de Gerardo Ortiz.
A manera de sinopsis: un hombre encuentra a su mujer poniéndole el cuerno, la mete en una cajuela e incendia el auto. Yo no entiendo qué clase de guionistas, empresarios y gente de producción se involucra en la gestación de este tipo de contenidos. Grupos en redes sociales señalaron al video como una apología del feminicidio y por ello, en esa nuevísima forma de exilio, fue retirado de Youtube a inicios de esta semana. Aquí es donde hay que detenerse.
El video no incita a la violencia más que un comercial de papas incita a comer papas. Si los mensajes masivos implicaran conductas de observancia obligatoria todos leeríamos media hora al día. Me temo que estamos dándole demasiado poder de convocatoria a Fuiste mía. Quiero creer que la gente que habita este siglo jovencito y enfermo tiene el criterio suficiente para saber que matar personas es un crimen. Cualquier tipo de violencia contra las mujeres debe desaparecer, eso no está en discusión. Debemos heredar a nuestros hijos un mundo sin la palabra feminicidio. Pero, tristemente, este video es un producto de ficción, un representante pésimo de lo que todavía podemos llamar “creación artística”. Y eso lo salva, contra todo. ¿No está el horno para bollos? Estoy de acuerdo. Las imágenes de violencia diarias ya forman peligrosamente parte de nuestra cotidianeidad. Uno visita el puesto de periódicos y lo primero que ve es a un cadáver al lado de una mujer en bikini.
Es atemorizante tener que defender a un video como Fuiste mía, pero es importante hacerlo, de lo contrario antes de que nos demos cuenta estaremos rechazando la canción de Luis Miguel que dice “entrégate, mi prisionera”, las tragedias griegas o esta humilde columna.