En la Ciudad de México hay dos espectaculares mercados de peces. Peces vivos, no de los que te almuerzas en ceviche. Animalitos acuáticos que se venden como ornato o para tener de mascotas.
Ambos lugares son abigarrados y caóticos. Es como ir a la Plaza de la Tecnología, nomás que en vez de preguntarte “¿Juegos, programas, Photoshop?”, los locatarios te dicen “¿Buscabas tranquilos o agresivos?”. Y en lugar de componentes para armar tu computadora, hay todo lo necesario para construir un miniecosistema acuático casero: el tanque, las plantas, los adornos (calacas, sirenas, Bob Esponja, barcos), los troncos, el filtro, la tierrita, las luces y, claro, los peces.
Los animales están en peceras o solitos en bolsas de plástico, colgadas en racimos tan vistosos como perturbadores: pobres peces, seguro no se la están pasando chido. Las especies van de lo más común, como los beta (que se venden en vasitos, como de gelatina), los japoneses o los guppy, hasta variedades exóticas como el trompa de elefante, la viuda negra, plecostomus leopardo o la navaja payaso, además de los más impresionantes, como las aroguanas, las pirañas pacú o los óscares gigantes. Por todos lados hay pececitos modificados genéticamente para ser de colores neón, supernoventeros y llamativos.
Los locales especializados en variedades marinas son los más asombrosos. Esta afición, comparada con la acuariofilia de agua dulce, es más costosa y compleja, pero la recompensa está en los tanques ultracoloridos que parecen película de Pixar.
El mercado de la Morelos está en Imprenta y Jardineros, cerca de metro Morelos, y el de la Mixhuca está en Río Frío y 20 de noviembre, cerca de Metro Mixhuca.
Foto: Guillermo Gelamaka