Las tasas de mortalidad de estos anfibios se elevan en temporadas de calor, exponen especialistas; esta situación es particularmente difícil para los que viven en cautiverio
Por Angela Molina
El pequeño y sonriente anfibio endémico de los lagos de Xochimilco, también batalla con las altas temperaturas que han alcanzado hasta los 34.7 grados Celsius (° C) en la Ciudad de México, de acuerdo con el Observatorio de Tacubaya del Servicio Meteorológico Nacional. Según Horacio Mena, médico veterinario y maestro en Ciencias del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), los ajolotes deben estar en aguas con temperaturas que oscilen entre los 16 y 19 grados centígrados, en su hábitat natural. En cautiverio, si la temperatura sube a 20 grados, el ajolote podría comenzar a enfermar o mostrar señales de estrés térmico.
“Un ajolote feliz, no se mueve. Lo ves en cuatro patas, bostezando debajo del agua con una postura en cuadrípeda estación” explica Mena, en entrevista con + Chilango. Las y los dueños de los anfibios deben prestar atención a signos que podrían alertar que el ajolote está estresado. “Adelgazan muy rápido porque eso demanda un alto gasto de energía, su intercambio de gases es más rápido y la producción de CO2 es más alta, contaminan más rápido su entorno y básicamente empiezan a ser invadidos por hongos. La pérdida de branquias también, los pelitos de las branquias se les empiezan a caer.” Otras señales son que encorvan el estómago como si les doliera, intentan huir todo el tiempo y flotan para buscar aire atmosférico.
El maestro Mena, quien también es coordinador de un proyecto de colonia de ajolotes de la UNAM, habla sobre la tasa de mortalidad, la cual aumenta en esta temporada de calor. En su experiencia como veterinario, las consultas médicas aumentan principalmente en los meses de marzo, abril y mayo porque la gente no tiene manera de controlar la temperatura del agua cuando están en cautiverio.
Para poder hacerlo deben invertir una gran cantidad de dinero para comprar enfriadores o ventiladores, pero desafortunadamente las personas no se informan sobre estas medidas antes de adquirir un ejemplar de este anfibio chilango.
El sistema de canales de agua en Xochimilco, cuando está en buen estado, mantiene una temperatura entre los 17 y 18 °C. Esta condición, junto con la profundidad de los canales, permite al anfibio elegir entre permanecer cerca de la superficie o esconderse en las profundidades entre las raíces y el lodo, que conserva una temperatura más fría y que contiene nutrientes, volviéndose el escondite favorito del monstruo de agua.
Jesús Correa, encargado del Ajolotario Apantli en Xochimilco, cuenta que los estanques en donde reproducen a los ajolotes están ubicados en lugares sombríos y enterrados en la tierra de la chinampa, que “al ser húmeda, favorece un poco a que los estanques se mantengan con un poco de frialdad”. Los estanques los acondicionan con vegetación como algas y lirio acuático para ayudar a la filtración y refrescamiento del agua.
En Apantli alimentan a los ajolotes con peces, insectos y lombrices de agua como tubifex, una lombriz de fango. Y aunque Jesús explica que la dieta de los ajolotes no ha cambiado debido al calor, deben tomar en cuenta que “en el caso del tubifex, que es una especie que puede llegar a morir fácilmente por la temperatura elevada, es tratar de mantener el alimento fresco para evitar que se muera y genere contaminación en el acuario de los ajolotes”. El maestro Mena nos recuerda que el ajolote, y en general los anfibios, son indicadores del grado de salud de los ecosistemas. Esto se debe a su piel permeable, por la cual absorben oxígeno y toxinas, lo que los vuelve extremadamente sensibles a los cambios en la calidad del aire y el agua.
Extinción del 99.4%
Durante el último censo realizado por el Laboratorio de Restauración Ecológica de la UNAM en 2014, se registraron 36 ajolotes por kilómetro cuadrado, cuando en el primer censo de 1998 había 6 mil ejemplares por kilómetro cuadrado, es decir, tuvo una reducción poblacional del 99.4 por ciento en 16 años. “No nos debemos sentir orgullosos de que nuestros anfibios estén desapareciendo”, recalca el maestro Horacio Mena.