Algunxs chilangxs luchan por mantener viva esta tradición, aunque hay factores que dificultan su celebración en la CDMX
Por Angela Molina
Más de 400 años han pasado desde que se realizó la primera posada en Teotihuacán, en el convento de San Agustín Acolman. Esta tradición ha atravesado por diversos cambios según las generaciones. Las procesiones, los cánticos y la comida ya no son tan comunes de ver en las calles de nuestra ciudad, ahora se hacen a puerta cerrada por factores como permisos, inseguridad, falta de interés y por supuesto, el alza de precios.
Las posadas de antes eran comunitarias y familiares, con procesiones y rezos que reflejaban el significado religioso de la temporada. “A las que yo llegué a asistir eran más comunitarias, pero ahorita ya son un poco más privadas, como entre amigos”, cuenta Sergio, vecino de la alcaldía Miguel Hidalgo.
Por su parte, Diego, de la alcaldía Cuauhtémoc, confiesa que ha organizado posadas en su casa sólo con personas allegadas a él. “Porque a la gente de mi calle no los considero tal cual como muy cercanos, nada más los saludo pero no como para invitarlos a una fiesta, entonces solo con amigos.”
La falta de integración vecinal y comunitaria ha llevado a que estas celebraciones navideñas cambien su giro, dejando atrás la fe, la espiritualidad y la reflexión que caracterizaba al festejo. “Me acuerdo que cuando era chiquito siempre había más posadas familiares, digamos, ahora son más como fiestas para chavos o más como dividido el asunto”, reflexiona Rafael Cruz, vecino de la colonia Tacuba, Miguel Hidalgo.
Los entrevistados coincidieron en que las posadas se han vuelto una excusa más para realizar otra fiesta, más allá de verlo como una tradición o parte de nuestra identidad cultural.
Esto también ha derivado en una exclusión de las infancias, las cuales tienen ya muy poca participación en este tipo de eventos. Uriel, un adolescente de 13 años, recuerda la primera posada a la que asistió en la calle donde vivía a sus siete años y la comparó con las que hoy se llevan a cabo. “Ya sólo van pocos niños, como cinco. Yo digo que por cuestión de seguridad”.
Permisos y costos
Las posadas tradicionales en las calles son más comunes de ver en el Estado de México. La razón principal son los permisos, y lo podemos notar en los requisitos para cerrar alguna vialidad.
En la alcaldía Cuauhtémoc, por ejemplo, aunque el trámite no tiene costo, se necesita una identificación oficial, documentos de acreditación de personalidad jurídica, el formato de solicitud y una bitácora de supervisión de campo expedida por el Heroico Cuerpo de Bomberos. El tiempo de respuesta puede llevar hasta 40 días hábiles, sin mencionar que pocas vialidades pueden cerrarse sin obstruir la movilidad de la capital.
Por otro lado, el gobierno del Estado de México sólo pide la identificación oficial, un comprobante de domicilio, la solicitud de cierre de calle y un croquis de ubicación, aunque con un pago de $150. Las sanciones por obstrucción de vía pública en la CDMX oscilan entre $1,500 y $3,000, dependiendo de la gravedad de la infracción.
A ello se suma el gasto de organizar una posada. Según datos de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC), el costo promedio de una fiesta de esta naturaleza para diez personas aumentó un 20% en el último año, pasando de $7,000 a $8,400.
La cena representa el mayor gasto, con un promedio de $3,000, seguida de las bebidas alcohólicas ($2,600), botanas ($1,000), decoraciones ($700), velas y luces de bengala ($600) y la tradicional piñata rellena de dulces ($500).
Contemplando todo el gasto que conlleva organizar o participar en una posada, se comprende el porqué ahora son más sencillas y con menos invitadxs.
Recuerdos de una tradición en declive
Aurora Sánchez, de 74 años, cuenta a + Chilango diario que las posadas de antes “eran muy diferentes, en muchos aspectos… Se salía con los peregrinos a dar la vuelta a la manzana, se rezaba, se pedía la posada, ya luego romper las piñatas, se repartían los aguinaldos y era bastante gente. Para mí, como que ya están desapareciendo…”
Durante décadas, las posadas eran el momento en que vecinxs de todas las edades unían esfuerzos para mantener viva una tradición compartida. “Uno recuerda su infancia y era de manera diferente, había mucho entusiasmo, mucha alegría… Esperábamos con ansias esas fechas, por las posadas, pero hoy en día es muy difícil que una familia organice una”, expresa Humberto, de 58 años, quien solía vivir en la colonia Nueva Santa María, en Azcapotzalco.
El cambio en las posadas refleja una transformación en la dinámica social y cultural de la Ciudad de México. Entre los retos económicos, la inseguridad y la falta de interés comunitario, estas festividades parecen alejarse de sus raíces espirituales.
Sin embargo, aún hay quienes buscan mantener viva esta tradición, ya sea en espacios cerrados o en pequeñas reuniones familiares para que todxs experimenten el verdadero espíritu navideño.
“Para mí es tradicional hacer una posada. Mis hijos crecieron, pero nosotros seguimos haciendo la posada para los niños que están en el entorno donde vivimos”, cuenta Humberto. “No le tenemos miedo ni a la inseguridad, no le tenemos miedo a algo que pueda suceder porque estamos presentes los adultos para cuidarlos y salvaguardar sobre todo su seguridad personal”.
- 20% aumentó el costo promedio de organizar una posada para 10 personas, pasando de $7,000 a $8,400
- Del 16 al 24 de diciembre se celebran las posadas, aunque la forma de hacerlo ha cambiado con el tiempo
- Las posadas se llevan a cabo en México desde tiempos de la Colonia. Su origen es de carácter religioso y representan los 9 días del peregrinaje de María y José hacia Belén, antes del nacimiento del niño Jesús, según la fe católica