Detrás de los debates públicos, hay experiencias profundamente personales. El acompañamiento y apoyo de otrxs es relevante en cómo se vive este proceso
Interrumpir el embarazo con medicamentos parece un procedimiento sencillo ante los ojos ajenos, pero para la mujer o persona gestante que lo está viviendo es una dura experiencia, pese a ser una alternativa aceptable y ventajosa frente al método de aspiración o legrado uterino.
El artículo “Experiencias y significados del aborto legal con medicamento en mujeres jóvenes en la Ciudad de México y Zona Metropolitana”, publicado por investigadoras de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la revista latinoamericana virtual Sexualidad, Salud y Sociedad, recupera las vivencias de nueve mujeres que interrumpieron su embarazo usando misoprostol y mifepristona, o exclusivamente misoprostol.
Su conclusión es que, aun en un contexto de legalidad, el acompañamiento y apoyo de lxs seres queridxs cambia para bien la forma en cómo se vive y significa esta práctica.
En 2007 se despenalizó el aborto en la capital hasta la semana 12 de gestación y en abril de ese año se inauguró el programa de Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Desde entonces, y hasta junio de 2024, se han contabilizado 277,268 procedimientos, según datos del gobierno local.
Aquel año fue referente para que las autoras Amber Jacob Alessio Robles y Gloria Elizabeth García Hernández aterrizaran su investigación. Entre enero y febrero de 2022 entrevistaron a nueve mujeres jóvenes con residencia en el Valle de México, quienes narraron paso a paso su experiencia, desde la sospecha del embarazo, su decisión de abortar y la búsqueda de información, hasta la interrupción y los resultados del procedimiento. Esto fue lo que hallaron.
El perfil de las mujeres
El diseño de la investigación fue cualitativo porque interesaba conocer las experiencias de aborto. Por lo tanto, la recolección de datos derivó de entrevistas a profundidad.
El criterio de selección es que hubieran experimentado un aborto con medicamento entre 2017 y 2021, siendo mayores de edad. El periodo se definió considerando que en 2017 se cumplieron 10 años de la despenalización, con el propósito de que la vivencia no fuera mayor a cinco años.
El rango de edad en que lo experimentaron fue de 18 a 27 años. Seis son de la capital, dos del Estado de México y una de Guerrero. La mayoría estaba estudiando, una estudiando y trabajando, y cuatro sólo trabajando (tres ya habían concluido la universidad). Para realizar el aborto, cinco asistieron a una clínica privada, tres a una pública y una lo hizo de forma autogestiva.
A seis se les dio el régimen combinado de medicamentos, mientras que a tres sólo misoprostol. Una tuvo complicaciones por aborto incompleto, por lo que requirió de un legrado endouterino. Las autoras refieren que esta última fue atendida en una clínica pública, donde únicamente le proporcionaron misoprostol, “cuya tasa de eficacia es menor que la del régimen combinado”.
Todas las participantes se encontraban en una relación sentimental al momento de la interrupción. La falta de estabilidad económica (porque aún eran estudiantes o tenían trabajos precarios) y la edad fueron los principales motivos que tuvieron para abortar. En algunos casos no informaron sobre el embarazo a su pareja o a otras personas para evitar ser disuadidas de abortar.
La experiencia vivida
Las entrevistadas declararon que el embarazo fue resultado de la falla de un método anticonceptivo o porque no utilizaron. Además, fue asociado como un evento “inoportuno” y algunas incluso lo ocultaron a su familia por considerar que “representaba un error” y “contravenía sus ideas religiosas”.
Conforme avanza el estudio se narra cómo las nueve jóvenes tomaron la decisión de interrumpir el embarazo con convicción. Para ellas, dicen las autoras, “significó la defensa de su autonomía y el derecho a decidir sobre su cuerpo y su vida”.
Una vez tomada la decisión, buscaron información y accedieron a ella principalmente a través de internet. Aunque unas consideraron hacerlo de forma autogestiva, sólo una lo hizo de esta manera y el resto asistió a una clínica pública o privada. Todas conocieron sobre el procedimiento y lo que sucedería en su cuerpo.
En esta parte del estudio se menciona cómo experimentaron los síntomas luego de la ingesta de medicamentos. Es relevante porque destaca la importancia del acompañamiento y apoyo de otras personas en cómo se vive y significa esta práctica, pues la intensidad del dolor en vientre y cadera, así como el sangrado, es variable en cada caso.
Todo depende de las circunstancias
En los días subsecuentes al aborto, las entrevistadas externaron haber experimentado cansancio y alteraciones en la menstruación. Aunque varias sospecharon del éxito del procedimiento antes de confirmarlo, “describieron dificultad para identificar si el embarazo se había interrumpido efectivamente”.
Algunas tambien tuvieron sentimientos de culpa derivados de la idea del aborto como un “pecado”, que con el tiempo aceptaron que tomaron una buena decisión. Además, “en algunos casos las hizo valorar la relación con su pareja, y en otros, su falta de apoyo”, llevándolas a cuestionar la relación o terminarla.
Las autoras concluyen que si bien el aborto con medicamentos supone una alternativa generalmente segura y eficaz, mucho depende de las circunstancias en que se realice para hacer de la experiencia algo menos riesgosa y difícil.
- 277, 268 interrupciones legales del embarazo se han practicado en la CDMX desde el año 2007
- De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mifepristona inhibe la acción de la progesterona e interfiere en la continuación del embarazo. Mientras que el misoprostol produce reblandecimiento y dilatación cervical, y aumenta las contracciones uterinas, lo que ayuda a la expulsión