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2 de septiembre 2024
Por: Redacción

Gentrificación: lo bueno, lo malo y lo feo

Para comprender mejor este proceso, hay que verlo desde todos los ángulos. ¿Existen efectos positivos del fenómeno? Hablamos con expertxs sobre el tema

Por Miriam Castillo*

Todas las historias tienen héroes o heroínas y villanxs. En general, nos gustan las historias donde tenemos claro dónde está lo bueno y dónde lo malo. Con los fenómenos sociales es muy complicado establecer parámetros morales así de bipolares, pero con ayuda de académicxs aquí haremos un esfuerzo para señalar los defectos y las virtudes de un fenómeno.

Según lxs especialistas, y la definición que viene desde el Reino Unido en la década de 1970, la gentrificación es un proceso de cambio social que ocurre principalmente en las ciudades y tiene la característica de expulsar a las personas originarias de una zona, que normalmente pertenecen a un estrato social bajo, para sustituirla por un grupo con mayor poder adquisitivo.

En general, es un proceso al que lxs expertos y académicxs le ven pocas virtudes ya que debilita la vida comunitaria en los barrios y les quita un sentido de pertenencia. La gentrificación va en contra de la vivienda como un derecho y la convierte en una mercancía, lo que beneficia sólo a las inmobiliarias y a las fibras (que son fideicomisos que invierten y juegan en la bolsa de valores).

Pero al parecer, la gentrificación no es la peor villana del cuento. Según expertxs de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)  y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) que estudian el fenómeno en la Ciudad de México y otras partes del mundo, no es un proceso social tan nocivo.

A diferencia de la turistificación o la financiarización, que son procesos que también afectan a una colonia o barrio, la gentrificación abre la oportunidad de generar espacios para algunas comunidades y puede contribuir con la diversidad y promover la tolerancia.

A veces también abre la posibilidad de tener inversiones, promover la llegada de capital en una zona y mejorar algunos de los servicios, pero este beneficio sólo llega a quienes pueden pagar por un espacio.

Lo bueno

La gentrificación ayuda a generar espacios para algunas comunidades. La mezcla de personas en una zona puede ayudar a fomentar la diversidad y en ocasiones resulta en la construcción de espacios para ciertos grupos.

Según Adrián Hernández Cordero, jefe del departamento de Sociología de la UAM Iztapalapa, hay una democratización de espacios específicos como la alameda de la colonia Santa María la Ribera. En particular ha resultado un sitio seguro y diverso para la comunidad LGBTQ+, con un énfasis en la comunidad queer.

No es que suceda en todos los espacios donde se ve la gentrificación. En el caso de esta colonia de la alcaldía Cuahtémoc, ayuda a que el desplazamiento de lxs habitantes no sea total, porque aún hay varias viviendas de interés social y la población que ahí vive coexiste.

Más allá de los espacios para la comunidad queer, Adrián asegura que hay una democratización de espacios públicos donde convergen las personas que llegan a vivir en los nuevos desarrollos y aquellas que tienen mucho más tiempo de ser vecinxs de la zona. “La gente lleva a sus niñxs a pasear a la alameda en la tarde, me parece un espacio muy rico, porque es un espacio democrático donde se integran distintas clases sociales. Eso es algo que es fruto de la gentrificación”, explica.

Lo malo 

Luis Alberto Salinas, investigador del Departamento de Geografía Social del Instituto de Geografía de la UNAM, destaca que la gentrificación está completamente alimentada por el dinero. Quién más tiene puede ocupar mejores espacios en zonas céntricas con servicios eficientes, áreas verdes, luz, seguridad.

“El concepto evidencia una lucha de clases entre quienes tienen poder económico. Quien lo aprovecha, se apropia de espacios urbanos y desplaza a la población que no cuenta con recursos económicos y que no tiene el capital cultural necesario para hacer frente a distintos incrementos en servicios, alquileres y de los precios en general”, explicó.

No es sólo que las personas que no tienen dinero no puedan vivir en una zona, sino que cada vez es más difícil que puedan estar en un espacio si no consumen algo. Comprar un café para poder estar en una mesa en una plaza pública. Comer en un restaurante para poder tomar el sol en alguna banca en las calles de la colonia Roma. Todo tiene que ver con un intercambio comercial.

Más allá de la capacidad de consumo, por la gentrificación un sector sustituye a otro en la vivienda. Es decir, ocupan las casas nuevas o remodeladas para hacer la colonia un barrio habitable y desarrollar actividades cotidianas.

A diferencia de la turistificación, donde la dinámica de las ciudades se vuelca en las personas que sólo están haciendo turismo, sigue habiendo una vida cotidiana y no se convierten en espacios completamente hechos para turistas sin la cohesión de una vida de barrio y el sentido de arraigo que se necesita para que una colonia pueda conservarse.

Lo feo 

En el problema de la gentrificación podría haber una solución. El inconveniente es que para contener su expansión y efecto nocivo se necesita la intervención del Estado y a veces es uno de los actores que propicia el fenómeno. Lorena Umaña, doctora en ciencias políticas y sociales de la UNAM, considera que en la mayor parte del proceso de gentrificación hay una intervención del gobierno.

“Para mí (la gentrificación) es un proceso inevitable, que puede tener consecuencias positivas y negativas. Saber qué la provoca y qué actores participan podría ayudar a que los efectos sean menos devastadores con las comunidades originarias”, dice.

Lxs expertxs coinciden en que difícilmente el mercado se va a regular solo. Es decir, que los precios no irán a la baja, a menos que haya un evento crítico como fue el terremoto de 1985 en las colonias Condesa y Roma. Por lo tanto, para frenar el incremento desmedido de los precios de renta o venta de la vivienda, se requiere de un control gubernamental.

+ Datos

+ Frase

“En un momento dado, las personas que vivían en una colonia ya no pueden tomarse un café junto a quienes eran sus vecinxs, porque no tienen la -capacidad económica para hacerlo” – Luis Alberto Salinas, investigador de la UNAM

*Texto adaptado para + Chilango

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