Ya fuera por tributo, comercio o a manera de regalo, a Tenochtitlan llegaban, cada año, cientos de animales procedentes de diversas regiones geográficas, según el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM
En cierto imaginario popular, fruto de la ignorancia o los prejuicios, es común que se piense en la antigua ciudad de Tenochtitlán como un espacio cerrado a otras culturas o con relaciones económicas exteriores poco desarrolladas o limitadas al proceso de conquista-tributo.
Una de las cosas que sabemos sobre la ciudad fundada por lxs mexicas, y que da una idea de qué tan avanzadas eran las relaciones interculturales que sostenían los descendientes de Aztlán asentados en lo que hoy llamamos Ciudad de México, es la diversidad de la fauna que tenían, tanto la que cazaban en los entornos naturales cercanos, así como la que traían de tierras lejanas, para la cual poseían infraestructura destinada a mantenerla.
Ya fuera por tributo, comercio o a manera de regalo, a Tenochtitlan llegaban, cada año, cientos de animales procedentes de diversas regiones geográficas. Podían ser ejemplares vivos, como evidencia el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos, o bien, animales muertos y muchas veces incompletos. Al respecto, era común surtir a la capital mexica de pieles de aves y mamíferos, trajes y conjuntos de plumas de vistosos colores.
El zoológico de Moctezuma
Una vez en Tenochtitlan, estos animales podían ser confinados en varios puntos de la ciudad: aquellos que sobrevivían a los largos viajes se enviaban al vivario del soberano, espacio comúnmente conocido como “el zoológico de Moctezuma” y localizado en el palacio del Tlatoani.
Ahí se tenían las condiciones necesarias para albergar anfibios, reptiles, aves y mamíferos por semanas, meses, e incluso años. Por su parte, las pieles podían llegar curtidas o manufacturadas a manera de trajes o armas de guerra.
En el caso de las primeras, debían ser tratadas por artesanos para confeccionarlas como asientos, tapetes, instrumentos de guerra u otra clase de vestimentas.
Las plumas que se mandaban a la ciudad resultaban principalmente decorativas. Los amantecas, personas especializadas en el trabajo de la pluma, se encargaban de confeccionar trajes, tocados o divisas.
Los animales en la vida ritual
Una gran cantidad de estos animales traídos de lejos fueron sacrificados y ofrendados como parte de los rituales realizados en el calendario religioso mexica; muchos de ellos aún perduran en las inmediaciones del Templo Mayor de Tenochtitlan.
Es así, que tras 42 años de exploraciones por parte del Proyecto Templo Mayor (PTM-INAH) se ha constatado la importancia que tenía la fauna para los mexicas, pues resultaron ser los elementos más numerosos en las ofrendas.
En la mayoría de los casos, la presencia de estos animales no responde a un evento azaroso, por el contrario, cada ejemplar era cuidadosamente colocado con la intención de acompañar o transmitir un discurso. Los individuos localizados fueron dispuestos de tres formas generales diferentes:
1) Los sacerdotes colocaron ejemplares completos como elementos centrales de la ofrenda, tal es el caso de águilas, gavilanes, halcones, pumas y jaguares, que a su vez, eran acompañados por otros materiales como las cuentas de piedra verde o sartales de cascabeles.
2) En algunos casos se dispusieron ejemplares casi completos o sólo algunas de sus partes con el fin de ofrecer las pieles, plumas y punzones.
3) Finalmente, existen otros elementos que presentan decoración hecha con restos de fauna; ejemplo de esto es una piel de mono araña y sartales de concha con la que vistieron algunos cuchillos de pedernal.
Infraestructura sólo para las especies
La presencia de las especies animales en la antigua Tenochtitlan implicaba un conocimiento sobre la biología de las especies: se conformaron redes de tributación y comercio que garantizaron la llegada de materias primas y bienes de prestigio, se contó con maestros artesanos especialistas en la manufactura de elementos, y se construyeron espacios especializados para el albergue de los animales. Todo ello acabó con la irrupción española, pues la fauna exótica fue asesinada.
*Tomado del artículo “La fauna de Tenochtitlán”, publicado en Noticonquista, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM