Foto: Josué Huerta

12 de noviembre 2024
Por: Redacción

Rotulistas vs las máquinas y la policía

La tecnología y el acoso policial han hecho que este oficio, que pinta su arte a mano, decaiga en la CDMX

Por Josué Huerta

Mientras fue alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas tomó decisiones bastante controversiales. Una de las más polémicas fue la de mandar a borrar los tradicionales rótulos de taquerías, torterías y demás puestos callejeros que exhibían este colorido arte en su exterior, para pintarlos de blanco y uniformarlos con el logotipo y el eslogan de la alcaldía.

La política defendió su decisión al señalar que era un tema de poner “orden y disciplina” y de “dar una mejor imagen a los que viven en la alcaldía”. Para otrxs, la medida fue calificada de “autoritaria y clasista” contra el arte urbano, al borrar de un plumazo años de tradición, historia e identidad chilanga.

Sin saberlo, la exalcaldesa logró un efecto contrario a lo que quería y, con la indignación que generó su decisión, motivó a decenas de jóvenes a aprender a rotular con aquellxs maestrxs que por décadas habían creado esos anuncios. 

Lo cierto es que lxs políticxs como Sandra Cuevas no son lxs únicxs enemigxs del rótulo popular hecho a mano, y tampoco la nueva generación de rotulistas son garantía de que este arte no desaparecerá, como pudo averiguar + Chilango. Te contamos por qué.

Acoso policial

Cuando a Moises Bonilla, dueño de Rotulos Izcalli Ruiz, le llega un trabajo para realizar en alguna de las 16 alcaldías de la Ciudad de México, se la piensa muchas veces para aceptarlo, porque sabe que en cuanto empiece a laborar, la policía se le aproximará para decirle que su material obstruye el tránsito en las banquetas o que de plano está prohibido pintar fachadas. Dice que lo que la policía busca es obtener dinero.

Entonces, ¿se requiere o no de un permiso para pintar la fachada de un predio particular en la capital chilanga?

No existe una normatividad específica para regular el trabajo del rotulista, sin embargo, el Reglamento de Construcciones para la capital contiene diversos artículos que solicitan “se avise” a la alcaldía sobre el uso de herramientas como andamios en vía pública, además de plantear la obligatoriedad para que los trabajadores usen arneses a grandes alturas.

Leyes como estas, enfocadas a la construcción, así como la falta de conocimiento del gremio de rotulistas sobre la normatividad, resultan la combinación ideal para que la policía lxs acose; en consecuencia, muchxs pintorxs prefieren no aceptar trabajos en territorio capitalino.

La tecnología lxs desplaza

El estilo de rótulo que se pinta en la CDMX fue traído de Estados Unidos, más o menos a partir de los años 60, por personas que alguna vez laboraron haciendo anuncios callejeros para negocios del país norteamericano.

El estilo gringo se tropicalizó al llegar a la capital y a otras ciudades del país, surgiendo así los cochinitos felices cocinándose a sí mismos en un cazo para anunciar que ahí se venden carnitas, pollos rodeados de llamas rojizas para promover una rosticería, o los tacos con ojos, entre un sinfín de ejemplos más, cuenta la rotulista Alina Kiliwa.

Pero todo cambia. En la década de 1990 empezó la rotulación con impresión. La gente del oficio, e incluso los mismos clientes, comenzaron a imprimir letras, anuncios y dibujos completos en lonas y viniles, haciendo que muchxs de sus colegas dedicadxs a pintar sólo a mano tuvieran menos trabajo.

La evidencia más veloz de este “bajón de chamba” a causa de la tecnología fue la desaparición de talleres de rotulación. Al no poder pagar la renta de un local, lxs artistas se vieron obligados a buscar clientes desde casa o tocando de puerta en puerta, cuenta el rotulista Moisés Bonilla.

La desaparición de estos talleres en las colonias populares de la capital ha tenido otras consecuencias, como el hecho de que ahora lxs jóvenes que quieren aprender el oficio no tienen en dónde instruirse o practicar, como sí podían hacerlo las generaciones pasadas, apunta Moisés.

Un semillero de rotulistas en la CDMX

Paty Marbán, quien no debe de pasar de los 23 años, es una de las pocas personas jóvenes que se han interesado en rotular al estilo popular. Ella aprende este arte con el maestro Raúl Ángeles Martínez en el centro educativo Pilares La Joya, del gobierno capitalino, uno de los pocos sitios de la ciudad en donde se enseña el oficio. 

Tomar el pincel en 45 grados, poner la mano tiesa como si estuviera enyesada, el método Vallser de clasificación de letras, y hasta cómo comprar materiales en el tradicional negocio Casa Serra, ubicado en Bolívar número 85, son parte de los muchos secretos sobre el oficio que Raúl da a sus pupilos.

Él dice que enseña a rotular a lxs jóvenes porque no hay nada como los carteles hechos a mano, porque es un buen oficio para vivir con honestidad, porque es una forma de darle la guerra a las máquinas y porque sería una pena que un día desapareciera una actividad tan noble como la rotulación.

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