Foto: CARDI

11 de septiembre 2024
Por: Redacción

Una mano amiga para las familias de personas hospitalizadas

Gracias a la labor de CARDI, miles pueden permanecer con sus enfermxs aunque vengan de otros estados

Por Mario Rojas R.

Cada día, desde hace siete meses, Santiago Villanueva busca la manera de pernoctar en la Ciudad de México a la espera de que su esposa sea dada de alta del Hospital General, donde es atendida por leucemia. No es fácil, ya que este matrimonio no vive en la capital ni remotamente cerca de ella. Su residencia está en Chilapa, municipio del estado de Guerrero que queda a más de cinco horas de camino en auto.

Como la esposa de Santiago, hasta un 80% de lxs pacientes de los hospitales General, Centro Médico e Infantil proviene del interior de la República. Para sus familiares esta situación genera fuertes complicaciones, pues, además de estar atentos a la evolución de su enfermx, deben resolver sus necesidades primarias: dónde comer, bañarse, dormir.

“A veces no hay servicio de cama en el cuarto donde está mi esposa y tengo que buscar en otra área para poder dormir. Busco cualquier rinconcito, porque afuera todo está muy caro”, dice el campesino de 55 años.

Su esposa terminó la cuarta quimioterapia de seis y él debe permanecer vigilante de cualquier noticia. El poco dinero que le mandan sus hijxs lo ahorra para tener los $3,000 del pasaje de regreso cuando den de alta a su mujer.

Por causa de gente como Santiago surgió hace 18 años el Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (CARDI), organismo sin fines de lucro, ubicado en Dr. Lucio 244, que brinda apoyo a las familias de lxs enfermxs en el circuito de hospitales de la colonia Doctores.

Fundada por la Orden de Agustinos Recoletos, la asociación civil ofrece a esta población albergue durante el día (una sala donde pueda descansar, distraerse y cargar su teléfono) y alimentación (una comida completa al día, además de servicio de cafetería por la mañana).

También servicios de dispensario, donde se surten algunas de las recetas médicas y se presta equipo (sillas de ruedas, concentradores de oxígeno); regaderas, lavado y secado de ropa; atención psicoterapéutica y desarrollo humano (talleres, cursos y conferencias sobre ansiedad, codependencia y manejo de emociones).

“El objetivo es atender a los más necesitados sin importar color, credo o religión y brindar los servicios con toda dignidad. Son gente sencilla que nos necesita y nosotros les ofrecemos un espacio limpio y una atención humana y cálida”, comenta Guillermo Ramírez Tamayo, coordinador de CARDI.

Sensibilizarse ante el dolor

Todo el personal de CARDI es voluntario, como Maricarmen, que presta sus servicios en la organización desde hace ocho años. “Siempre he tenido esa inclinación, para mí es una necesidad ayudar a la gente. Son personas de escasos recursos que ni siquiera son de la ciudad y no tienen ni para los pasajes”.

De origen español, la voluntaria apoyó antes en un hospital de cancerología, luego supo de CARDI y decidió sumar su esfuerzo a esta noble labor. Comenzó en el área de comedor, luego en el de lavadoras, secadoras y regaderas y desde hace algunos años trabaja en el dispensario. “Ayudar me hace sentir bien, es una necesidad. Desde pequeña soy sensible al dolor de los demás y desde cualquier trinchera intento apoyar a quienes más lo necesitan”.

Añade que aunque en los cursos y diplomados que ha tomado le enseñan “no precisamente a endurecernos, pero sí a poner una coraza para que no nos afecte, la verdad es que de repente se te pone el corazón de pollo, una se sensibiliza ante tanta carencia y tanto dolor”.

Maricarmen asiste al Centro dos veces por semana: “Llego a las 10:00 y me voy hasta el final, cuando ya no hay beneficiarios. Hay mucha necesidad, no sólo de medicinas, sino de atención, es decir, a veces la gente sólo requiere desahogarse y aquí hay oídos para escucharlos”.

Ramírez Tamayo considera que “sin voluntarios, estas instituciones no existirían”. Y añade: “La gente se enamora de la misión y presta sus servicios durante años”. También hay psicoterapeutas, psicólogxs y tanatólogxs: todos entregan lo mejor de sí en esta labor altruista.

Los familiares también necesitan atención

Patricia acompaña a su hermana de 14 años, quien desde el año pasado está internada de manera intermitente. Al principio viajaba constantemente desde su natal Guerrero, pero lo oneroso de los traslados la orilló a buscar apoyo con unos familiares en Cuernavaca, donde todos los días va y viene.

En marzo pasado, a su hermana le amputaron una pierna y ahora está en tratamiento para deshacer una bola que le apareció en el pulmón. “Es muy costoso estar aquí y esta asociación es muy buena porque piensa en las demás personas, es muy solidaria y sin ellos estaría complicado pagar más: tenemos descuentos en los medicamentos, de comida pagamos sólo $15 y también utilizamos el servicio de lavandería y regaderas”.

Ramírez Tamayo reporta que todos los días atienden a más de 100 personas. Para lograrlo, la organización acepta donativos en especie o económicos.

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“Sin voluntarios, estas instituciones no existirían. La gente se enamora de la misión y presta sus servicios durante años”. -Guillermo Ramírez, coordinador de CARDI

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