Parece que los días están contados para lxs fabricantes tradicionales, pero hay quien decide adaptarse y encuentra nuevas oportunidades en este mercado
Por Angela Molina
La fabricación y reparación de calzado es una tradición que ha sido el sustento para muchas familias de la capital, aunque hoy parece cambiar su rumbo. Mario Romero, un zapatero de 66 años con 60 dedicados a este arte en la colonia Morelos, ve cómo los talleres del Barrio Bravo están desapareciendo. “Esto se está acabando, ya no hay quien quiera aprender. De 500 zapateros que había, ahora somos apenas unos 20”, lamenta.
Tepito es famoso dentro y fuera de Chilangolandia por muchas cosas, una de ellas es que en sus vecindades se improvisaron y construyeron varios talleres durante la Guerra Cristera, a finales de los años 20, cuando llegaron al barrio zapaterxs procedentes de estados del Bajío como Jalisco y Guanajuato.
Lxs fabricantes de calzado gozaron de una época de bonanza que hoy vive sólo en los recuerdos ante la competencia china y la falta de nuevxs aprendices y de innovación en el mercado.
De acuerdo con el último Censo Económico realizado por el INEGI en 2019, en la Ciudad de México había 173 establecimientos dedicados al calzado. Este número es apenas una tercera parte de los que había en el año 2014, cuando se registraron 516 unidades económicas.
El número es variable considerando que muchas tiendas y talleres operan en la clandestinidad, siendo la alcaldía Venustiano Carranza la que concentra más establecimientos de este giro.
El oficio cambió con la llegada del calzado chino que ofrece diseños atractivos a bajo costo. “Aquí los mexicanos quisieron hacer zapato barato, pero mal hecho. Eso obligó a que la gente prefiriera comprar un zapato chino”, explica Mario.
La calidad, que durante décadas fue el sello distintivo de los talleres artesanales, fue reemplazada por la urgencia de producir en masa para competir con los bajos precios de las importaciones.
Mario, junto con cuatro compañeros de su taller, aún fabrican alrededor de 50 pares por semana mientras que otros llegan a fabricar mil o mil 500 pares, “pero tienen que hacerlos como bolillos, como salgan, chuecos, derechos, torcidos, arrugados, como sean”.
De acuerdo con datos de la Cámara de la Industria del Calzado del Estado de Guanajuato, México importó casi 70 millones de pares de zapatos chinos en 2022, representando el 55% de las importaciones de calzado a nuestro país.
No sólo es China
Para Alfredo Anguiano, quien ha dedicado más de 40 años a la reparación de calzado en Azcapotzalco, el desinterés de las nuevas generaciones y la falta de innovación en las herramientas necesarias para su oficio representan otra amenaza.
“Quizás este oficio es visto como anticuado, pero lo que más nos afecta es que no hay desarrollo tecnológico en México”, explica. Las máquinas que utiliza en su taller, algunas de ellas reconstruidas e importadas, son el reflejo de esta falta de innovación en la industria local pues confesó que, aunque son muy viejas, las nuevas máquinas son iguales.
Las tendencias en la moda y el cambio cultural alrededor del calzado también son factores que tienen un impacto en aquellos que se dedican a la fabricación y reparación del calzado tradicional. Alfredo cuenta que tiene más trabajo cuando las tendencias en el calzado de mujer se inclinan por la zapatilla puntiaguda, pues las tapas, o las suelas del tacón, son más pequeñas y se desgastan más rápido. Pero hoy la tendencia apunta al tacón ancho y eso no le da tanto trabajo.
Por su parte, Mario destaca que “hoy todo mundo usa tenis. Las quinceañeras salen con sus vestidos, los chambelanes con esmoquin, pero con tenis.”
Buscar las oportunidades
Sin embargo, en medio de esta transformación algunxs encuentran nuevas oportunidades. Por ejemplo, Jorge Samohano, de 44 años, encontró su nicho en la restauración y personalización de tenis.
“Comencé pintando y customizando mis propios tenis y poco a poco fui perfeccionando el trabajo”, narra en entrevista para + Chilango. Su habilidad para restaurar pares dañados ha hecho que diversas marcas lo busquen para trabajar en distintos estados.
De manera autodidacta, ha logrado posicionarse en un sector que sigue creciendo gracias a la popularidad del streetwear y la cultura de los tenis. La opinión de Jorge contrasta con la de Mario y Alfredo, pues para él, este viejo oficio lo que necesita es adaptarse. “Nunca va a desaparecer, se está renovando o está evolucionando, pero que desaparezca el oficio del calzado no, creo que va a durar muchísimo tiempo más”.
Alfredo también ha encontrado maneras de adaptarse, combinando la reparación de calzado con servicios de podología y productos ortopédicos en su negocio. “He intentado aportar al oficio, considero que mi taller es diferente, vendo calzado para personas diabéticas o pies delicados y hago plantillas”, explica. Sus esfuerzos por diversificar lo han mantenido a flote, pero sabe que el futuro sigue siendo incierto.
Aun así, parece que los días están contados para lxs zapaterxs tradicionales. Mario Romero lo resume con tristeza: “En cinco años ya no va a haber fabricantes como yo, que hagamos este tipo de zapato artesanal. Ya no va a haber quién lo haga”. Mientras tanto, nuevas generaciones como las de Jorge Samohano buscan darle un nuevo rostro al oficio, uno más alineado con las demandas y los gustos actuales en un entorno cambiante.
- 69.9 millones de pares de zapatos importa México desde China
- 66% se redujo entre 2014 y 2019 el número de establecimientos dedicados al calzado en la CDMX
- La calidad, que durante décadas fue el sello distintivo de los talleres artesanales, fue reemplazada por la urgencia de producir en masa para competir con los bajos precios de las importaciones