Entre risas y expresiones coloridas, El Cigala cuenta a qué se dedicaría si no fuera a la música y quienes son las personas clave en su carrera
A sus 49 años, “El Cigala”, quien siempre ha vivido entre guitarras y aires flamencos, es el artista que no olvida su origen. El cantaor conjunta el caló rumaní y sus palmas con géneros latinos, esta vez, con la salsa que ahora presenta en su nuevo disco Indestructible, y que dedica a la memoria de su primera esposa, Amparo Fernández. Diego ofrecerá un concierto en el Auditorio Nacional, el jueves 9 de marzo, a las 20:30 h.
Tu incursión en la música fue a los 12 años cuando participaste en un concurso de flamenco, a los 20 sacaste tu primer disco, Undebel (1977), ¿qué pasó en ese lapso de tiempo, no te surgió la inquietud de dedicarte a otra cosa?
Fui un niño bien feliz, me encantaba el futbol, estaba todo el día con el balón —pin pon pan—, pero cuando escuchaba una guitarra o un cante, ya pasaba del balón a escuchar.
Me llamó la atención la Medicina y aunque me gustaba mucho, tanto como para ver documentales de cirugías y demás, pues simplemente no valía para ella, hay que tener sangre fría. Y es que yo nací para cantar desde el vientre de mi señora madre.
Pero sí me hubiera gustado ser futbolista. A los 14 años me metí a la compañía de baile de Paco Peña (guitarrista flamenco), engañé a mi padre con la falsificación de su firma y me fui a Japón por seis meses para jugar. Mi padre me quería fusilar cuando le llamé desde Tokio para decirle que no había ido con la compañía a Londres.
Ya cuando me regresé de allá, empecé a cantar para las máximas figuras exponentes del mundo del flamenco.
¿Quiénes son las personas clave que formaron tu carrera como “El Cigala”?
Mi señor padre (José de Córdoba), que en paz descanse. Él me incitó a todo esto, a cantar. Luego también fuente y caudal fue señor Monge Cruz, Camarón de la Isla (cantaor español) y Francisco Sánchez, mejor conocido como Paco de Lucía (guitarrista flamenco). Ellos me motivaron para decir: “Yo voy a salir cantando, esto es lo mío”.
Fernando Trueba es un nombre recurrente en tu trabajo, ¿cómo conociste al cineasta y qué representa en tu carrera?
Lo conocí en su casa en España. Él estaba haciendo la película de Calle 54 (documental de los mejores exponentes del jazz latino), todavía nadie la había visto, se estaba editando. Entonces, me sentó en su sillón, y lo primero que veo es a “Bebo” Valdés con Israel López “Cachao” (compositores y músicos cubanos), interpretando “Lágrimas Negras”. Cuando yo vi eso dije: “Tengo que conocer a ‘Bebo’”. Y ni corto ni perezoso, por aquellos días tocaba en Madrid, en el Teatro Albéniz.
En aquel tiempo, yo estaba grabando un disco que se llama Corren tiempos de alegría (2001), y qué ironía, porque acababan de derrumbar a las Torres Gemelas y yo con este título.
Invité a “Bebo” a tocar “Amar y vivir”, de la mexicana Consuelo Velázquez. Al término de nuestra grabación, le pregunté: “¿Maestro, y si hacemos un disco?”. “Pero claro, ¡cómo no, mijo!”, me contestó. Cogimos un estudio y nos tiramos tres días con tres noches. Yo nunca había cantado a piano, jamás en la vida, era la primera vez, pero de ahí salió Lágrimas negras (2003). Lo único que puse ahí fue “La bien pagá”, “Corazón loco” e “Inolvidable”. Mientras que las otras canciones las tuve que aprender con una carpeta en mano. Y lo que me llevó por la calle de la amargura fue tener que cantar en portuñol, yo decía: Eusebio vote a amar, pero era “Eu sei que vou te amar”.
¿Cómo podrías describir la experiencia de compartir la música y llenar los mejores teatros del mundo en compañía de “Bebo” ?
Simple, para mí lo mejor que me pasó fue conocerlo. Cuando lo conocí, conocí a mi héroe. Y va a ser así por siempre.
¿Podríamos decir que has reinventado el flamenco al incorporar ritmos caribeños?
Yo creo que no, simplemente le di la vuelta. Reinterpreto la música, pero para llegar a ser artista, uno debe tener un sello propio, el mío es: cigalalízate. Es decir, que cuando escuches mi música, puedas decir: “¡Ah, ese es ‘El Cigala’!”
¿Cuál es el alma de Indestructible?
Es flamenco, pero no es ortodoxo ni jondo porque entonces no hubiera fraguao en el mundo de la salsa. Se trata de un flamenco con mucha melodía, musicalidad e interpretación. La salsa es saber interpretar. Y ahí pues, yo me siento feliz.
Hablando de felicidad, ¿cuál es el momento más feliz de tu vida?
Ahora mismo estoy alegre con el nacimiento de mi hijo Manuel, tiene un mes y medio, y le quiero muchísimo. A él y a mis otros hijos.
Fotos: Cortesía