La antología Tiembla, editada por Diego Fonseca, incluye testimonios de escritores como Juan Villoro, Alejandro Zambra y Verónica Gerber en torno al 19s
En palabras del editor y periodista argentino Diego Fonseca, Tiembla reúne a “35 escritores que tienen distintos modos de reflexionar y apropiarse del terremoto (o de los terremotos). Son los trazos de una primera lectura, más o menos universal, sobre lo que sucedió en aquellos días, lo que sucedió antes y lo que puede suceder en el futuro”.
A pesar de que hay muchos paralelismos entre los sismos del 19 de septiembre de 1985 y el de 2017, ¿cuáles son las mayores diferencias entre ambos?
Una gran diferencia es que en el sismo de 1985, la sociedad civil se descubrió a sí misma, mientras que ahora la sociedad civil ya sabe que existe y de lo que es capaz. En el 85, la gente actuó con solidaridad para hacer labores de rescate y recolectar víveres. 32 años después, todo eso trascendió hasta el punto de que la gente se organizó para pedir información gracias a que la tecnología hoy facilita la circulación de mensajes de una manera que no era posible en el 85. Gracias a esto, los esfuerzos de rescate, sanación y tratamiento de las personas fueron más veloces y precisos.
A partir de la emergencia, la organización que se dio con los sismos del 7 y el 19 de septiembre ha provocado nuevos fenómenos. Algunos de ellos nos indican que en las manos de la sociedad civil puede crecer el proceso de gestión de las causas públicas.
Un ejemplo: de aquel #Verificado19S, articulado espontáneamente, surgió aprendizaje que podría ser útil para mirar el proceso de las elecciones.
El 19 de septiembre, la sociedad civil se organizó para reclamar del Estado respuestas mucho más serias, perentorias y apropiadas. La sociedad se articuló alrededor de procesos y estructuras que no son necesariamente las viejas y tradicionales que tienen los partidos políticos.
Diego Fonseca nos platica sobre Tiembla
En la antología, tu texto se centra en el silencio, ¿por qué?
Durante las horas posteriores al sismo, el silencio indicaba vida. Todos recordamos el puño levantado como la señal que permitía escuchar si había algún sobreviviente.
Además, el silencio representó el proceso introspectivo de la gente. Eso fue lo que yo vi en la ciudad. La gente intentaba encontrarle sentido a su propia existencia tras considerarse superviviente; tras preguntarse por su propia supervivencia. En ese punto, la gente estaba dialogando con la muerte interior. De permanecer ese silencio, se igualaría con otro silencio: el de la muerte; y los procesos de sanación implican hablar.
Después del tiempo de introspección, nos preguntamos cómo construir la narrativa del terremoto. En cierto sentido, creo que Tiembla es eso.
¿Dónde estabas ese 19 de septiembre?
Estaba en Barcelona, cenando, cuando una aplicación para detectar sismos dio el aviso. Me preocupé porque a la gente que no pude contactar tardó mucho en responderme. Diez días después me encontré con esa especie de silencio que lo cubría todo. Se discutían mucho las implicaciones políticas tras el terremoto, pero no había un homenaje como tal a la sociedad civil.
Entonces, le escribí a Guillermo Quijas y le propuse hacer un libro en el que se registrara la experiencia de la sociedad civil y sus vivencias alrededor del sismo, bajo una lectura política, social o incluso semiótica de los sucesos.
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